jueves, junio 30, 2005




Como estamos en época de exámenes he decidido poneros a prueba. No os alarméis: se trata de contestar sólo a una pregunta (se la he robado a alicant4ever, porque desde que la leí en su blog no dejo de darle vueltas al asunto), pero, por favor, nada de irse por las ramas con que si la belleza exterior no importa, que lo que cuenta es nuestro interior y otras zarandajas por el estilo. Lo que más puntúa es contestar escuetamente a lo que se pregunta e ir al grano. Y, por supuesto, todos los que callan pueden seguir haciéndolo pero tendrán que volver en septiembre. Y no me copien unos a otros que voy a estar muy atenta a sus palabras. La pregunta es la siguiente:

¿El guapo nace o se hace?




miércoles, junio 29, 2005




El lunes se presentó la novena edición de la campaña Libros a la calle. Cerca de 20.000 adhesivos se colocarán en metro y autobuses de la capital con textos de lo más variopinto, desde los adjetivos mágicos de Angel González a la prosa de Carmen Laforet. Es realmente curioso, pero estas iniciativas aumentan la venta de los libros cuyos textos se difunden.
Este año la guinda la ha puesto nuestra presidenta regional quien sin encomendarse a nadie ha afirmado que esta acción "mezcla dos actividades profundamente enriquecedoras, como son viajar y leer". Y claro, esta mujer se ha pasado, porque no dudo de que esas lecturas puedan hacer más soportables esos tediosos e interminables desplazamientos, pero hablar del placer de viajar en esas circunstancias me parece cuando menos peregrino. Salvo, claro está, para los que no los utilizan nunca y, como le ocurre a mi hijo, lo viven como una aventura. ¡Si es que son como niños!




martes, junio 28, 2005




Cuando mis padres emigraron a Levante quisieron emular a Noé y viajaron acompañados de sus animales más queridos. Mi padre lo hizo con su perdiz preferida, la que utilizaba de reclamo para ir de caza, porque decía que le debía muchas satisfacciones a ese pájaro y no podía dejarle tirado. Mi madre eligió una pareja de palomas aún jóvenes para que criaran y la familia pudiera seguir comiendo pichones con arroz de vez en cuando. Mi hermano se llevó dos jilgueros y dos periquitos de cuyos trinos confesó no poder prescindir y mi hermana la pequeña se montó en el taxi con un conejo diminuto que parecía de peluche.
A las semanas de llegar aumentaron sus existencias con un perro recogido en el viaje, un gato al que libraron de una panda de guiris alcoholizados y un pato que compraron en el mercadillo.
Los amaneceres en casa de mis padres eran inenarrables con todos los bichos metiendo bulla y a mí, cuando les visitaba, y aunque me encantan los animales, me sacaba de quicio esa afición familiar. El más temido era el pato que a medida que iba creciendo soltaba unos graznidos furibundos que debían molestar a todo el edificio de enfrente, y dado que mi padre trabajaba allí de conserje, les dije que se estaban jugando las habichuelas pero no me hicieron ni caso. Supongo que sería una cuestión de prioridades.
Años después, ya en Madrid, me enteré de que cuando la familia de Manolo Escobar se trasladó a Cataluña se llevaron su cabra con ellos y la acomodaron en el balcón. Mi amiga, la que vivía en el paseo de la Castellana, se echaba las manos a la cabeza mientras el cantante le contaba esa anécdota a la reportera de Informe Semanal, pero yo me limité a sonreír.




lunes, junio 27, 2005




En eventos como la Feria del Libro no puedo evitar mirar a los lectores que fervorosamente acuden a que su autor favorito les estampe su firma. Les envidio su fetichismo por los libros o su mitomanía, ya que carezco de ambos. Sólo tengo firmado un libro de poemas de Gabriel Celaya, y eso porque fue la primera vez que vi a un escritor en directo y además estaba ya tan viejito que parecía que era su última feria.
Ese desapego hizo que me costara entender la historia de un lector canario conocido por su pasión por recabar firmas de escritores. Este hombre acostumbra a utilizar el correo para pedir a los autores más conocidos un ejemplar firmado de su último libro. Contaba en una entrevista que Cortázar había sido uno de los que habían atendido a su ruego y que, en su respuesta, el autor de Rayuela le confesaba haberse quedado sorprendido por la frescura de su carta. El coleccionista de firmas decía que nunca supo si el escritor argentino hacía alusión a su espontaneidad o a su descaro, pero yo no tuve ninguna duda. ¿Y vosotros?




domingo, junio 26, 2005




Reconozco que estoy un poco cansada del culto al móvil que nos inunda. Es cierto que nos ha quitado unas cuantas incertidumbres y nos ha hecho más llevaderas las esperas pero creo que tampoco es para tanto. Antes no había móviles pero se hacía lo que se podía.
Cuando mi familia emigró a Levante alquilaron un estudio en un edificio cercano a donde mi padre trabajaba de conserje. Mi padre con sólo salir de su garita, y mirar hacia arriba, veía la fantástica terraza de su diminuta vivienda. A la hora de la comida mi madre salia a la terraza y esperaba a que mi padre estuviera a tiro para hacerle una seña. Podría haberle dado una voz, pero mi madre ya se había dado cuenta de que en Benidorm era todo lo contrario que en el pueblo, donde levantando un poco el tono te oía no sólo el llamado sino medio vecindario. Allí era distinto, el ruido era ensordecedor y la gente no se llamaba a gritos, decían que porque no quedaba fino, pero mi madre siempre mantuvo que si no lo hacían era porque nos le hubiera servido para nada.
A las pocas semanas de su llegada, y harta de asomarse a la terraza mientras la sopa del cocido se enfriaba o el arroz se pasaba, mi madre descubrió las posibilidades de las cuerdas de tender la ropa como medio de comunicación. Una servilleta blanca colgada significaba que la comida estaba lista; si era de color verde era que además se subiera una barra de pan y si ponía dos verdes quería decirle que las barras fueran dos. Mi madre que, como su hija segunda, a veces no tiene sentido de la medida le sugirió a mi padre la posibilidad de colgar una azul para cuando les faltara gaseosa, pero mi padre se negó y le dijo que con tanto color se iba a liar.




viernes, junio 24, 2005




Trasteando en La Petite Claudine descubro que al que ella llama el otro Nacho (el uno es Nacho Escolar) es curiosamente Nacho Vigalondo, el mismo que sorprendió a propios y extraños cuando resultó nominado este año al Oscar al mejor cortometraje. Y que ese chico tiene un blog. Así que allí me fui a cotillear y a ver si tenía colgado el vídeo de su corto 7:35 de la mañana que siempre tuve curiosidad por ver.
Y sí, está, y de verdad que merece la pena darse la alegría de ver una obrita como esa. Y también, y por qué no decirlo chicas, merece la pena echar un vistazo a su autor que, además de ser un tipo listo, no está mal, pero que nada mal.




jueves, junio 23, 2005




Los cínicos no sirven para este oficio.
El autor de esta frase mantiene que: "para ser un buen bloguero es conveniente ser buena persona, ser capaz de sentir empatía con el prójimo. Quizá no en todos, pero sí por lo menos en los blogs llamados personales. Ahí dependes mucho de los demás, de lo que te dicen, de cómo te tratan, de adónde te llevan. La dependencia del otro es decisiva. Tal como le trates, te tratarán. Por eso las malas personas no pueden ser buenos blogueros: no pueden comprender a los demás ni ser apreciados por ellos. Ese factor, digamos humano, es importante, aunque no basta, claro está."
Recomienda al bloguero paciencia y trabajar duro: "los lectores acaban reconociendo la calidad de nuestro trabajo y asociándola con nuestro nombre. Si tenemos éxito, es por los demás. Son ellos los que deciden."

Bueno, confieso que he hecho una pequeña trampilla. La primera frase es el título de un libro de Kapuscinski y el oficio del que trata no es el de bloguero sino el de reportero. Pero es que el otro día mientras lo leía pensaba que lo mismo podría aplicarse a los que nos movemos por aquí, ¿o no?




miércoles, junio 22, 2005




Thomas Bernhard, uno de mis amores literarios, fue no sólo el responsable de que me acercara a Glenn Gould y sus Variaciones Golberg, uno de mis grandes amores musicales, sino de que leyera a Shopenhauer. Insistía tanto en las bondades de El mundo como voluntad y representación, que como una buena alumna le hice caso. Como no soy muy dada a disquisiciones metafísicas no creo que os sorprenda que de todo lo que leí de este filósofo lo que recuerdo sea este cuento:
Los erizos se buscan en las noches frías para darse calor. Se acercan unos a otros cada vez más pero, como son erizos, se pinchan y, doloridos, tienen que apartarse. Cuando están lejos de los de su especie se lamentan de haber perdido el calor pero, al mismo tiempo, celebran no pincharse. Con el tiempo y las soledades acumuladas superan su miedo y vuelven a juntarse y se pinchan de nuevo. Hasta que un día descubren una distancia que les permite darse calor sin lastimarse.
Lástima que a algunos encontrar esa distancia nos haya costado tanto.




martes, junio 21, 2005




Un profesor de Microeconomía intentó en cuarto de carrera tranquilizarnos sobre nuestro futuro laboral. Nos dijo que en último extremo podríamos convertirnos en analistas bursátiles y nos contó la forma de entrar en ese mercado.
Debíamos hacer, eso sí, una pequeña inversión inicial, pero la recuperaríamos en poco tiempo. Se trataba de remitir quinientos mil correos a otros tantos empresarios ofreciéndoles nuestros servicios como asesores bursátiles. En el cincuenta por ciento de las cartas debíamos vaticinar que la Bolsa subiría al día siguiente y en el otro cincuenta que iba a bajar. Automáticamente tendríamos un cuarto de millón de empresarios que aunque con dudas podían empezar a confiar en nuestros conocimientos bursátiles. Días después enviaríamos a esos doscientos cincuenta mil un nuevo correo prediciendo en la mitad de ellos la subida de la Bolsa y en la otra mitad la bajada. Y seguiríamos repitiendo ese proceso ocho veces más. Al final tendríamos más de 500 empresarios entregados y asombrados por haber acertado en diez ocasiones seguidas los movimientos del mercado de valores. Y de esa forma tan sencilla nos habríamos hecho con una fantástica cartera de clientes.




lunes, junio 20, 2005




En el suplemento del New York Times leí la semana pasada una noticia que me fascinó. En Pekín una chica de 29 años, Ouyang Junying, acude casi cada mañana a uno de los puntos más conflictivos del tráfico pekinés y, mientras los coches pasan a su lado, entre bocinazos y humos, abre un libro y se pone a leer en voz alta.
Hace esto desde hace casi cinco años, en que decidió estudiar inglés y descubrió que los ruidos le ayudan a concentrarse. Confiesa que no acude a un parque porque están atestados y la gente se fijaría en ella, pero el que la miren desde los coches no la desconcentra. Y continúa así, día tras día, mientras Pekín la mira y ella lee.




domingo, junio 19, 2005




Hace unos días tuve un incidente doméstico de esos que te sacan de quicio. Se estropeó la cisterna del cuarto de baño de mi hijo y no había forma de que no dejara de correr el agua. Después de mucho abrir y mirar llegamos a la conclusión de que era la goma que estaba pasada. Así que me fui a la ferretería a comprar un recambio. El problema surgió a la hora de pagar, con las prisas había olvidado la cartera en casa y no disponía de los 1,60 euros que costaba la dichosita pieza.
Le planteé a la cajera la posibilidad de llevarme mi compra y pasar a pagársela al día siguiente. Le expliqué que el ruido del agua era insoportable y que si iba y volvía ya habrían cerrado la tienda. La mujer, una chica peruana de voz melosa y mirada inteligente, accedió a lo que le proponía.
Al día siguiente, acudí a cancelar mi deuda y volví a darle las gracias por su gesto y a disculparme por haberle descuadrado la caja. Entonces la chica me confesó que la caja no se había visto afectada, que había puesto el dinero de su bolsillo no fueran a echarle una bronca por hacer esas concesiones. Me sentí mal por haber forzado una situación de ese tipo y me emocionó la actitud de esa joven. Así que me acerqué a Natura, le compré una caja de esas tan bonitas con varitas y soporte para incienso y volví a la ferretería a dárselo con una sonrisa.
Ya sé que puede parecer un gesto tonto pero no se me ocurrió nada mejor que hacer.




viernes, junio 17, 2005




Aunque ya dije que estaba hasta la coronilla de tanto acto conmemorativo alrededor del Quijote, tengo que retractarme y confesar que, bueno, hay fastos y FASTOS.
Y es que ayer mis queridos La Fura dels Baus estrenaron en Salamanca un montaje con la pretensión de explicar un poco a ese ilustre caballero, eso sí, a su manera: luz, música de ópera, grúas, torres, molinos humanos formados por 60 trapecistas, público mojado... Mantienen estos chicos que si el personaje de Cervantes viviera hoy no leería novelas de caballerías sino que estaría enganchado a internet. Y que su escudero se movería pegado a un teléfono móvil de última generación manteniendo videoconferencias con la isla de Barataria.
Me hubiera encantado estar anoche en esa plaza salmantina, pero no sólo para disfrutar en ese espacio barroco de las audacias visuales de esos locos, sino también para decirles que se les ha olvidado un detalle que me parece decisivo. Deberían haber contado que un Don Quijote de nuestra época sería bloguero. Y de los buenos.




jueves, junio 16, 2005




Mi madre nos contaba que en su época las parejas de novios tenían terror a los hombres casados. Estos individuos solían acudir al salón cuando había baile a tomarse unas cervezas y, como no había otra cosa mejor que hacer, pasaban el tiempo observando desde la barra, y con envidia apenas disimulada, a las parejas que se movían por la pista. Se fijaban sobre todo en aquellas que a medida que avanzaba la noche iban bailando cada vez más pegados hasta que el deseo les nublaba los ojos.
En cuanto veían a una de esas parejas salir del local, la seguían discretamente y les daban tiempo para que entraran en faena. Cuando calculaban que ya habían pasado a mayores encendían sus linternas y se les echaban encima dejando a los pobres novios muertos de asombro y de vergüenza. Luego volvían al salón y se dedicaban a contar a todo aquel que quisiera oírles, que eran todos salvo los familiares de los sorprendidos, en qué situación les habían encontrado y si la chica tenía las bragas quitadas o enrolladas en los muslos.
Afortunadamente ahora ya no pasan cosas de ese tipo, pasan cosas como éstas. En un reportaje sobre padres e hijos que leí la semana pasada, una madre contaba indignada cómo su hijo de 22 años había aprovechado la ausencia paterna para hacer de las suyas. "No le advertimos, a propósito, de que habíamos cancelado el viaje que teníamos previsto para el fin de semana y cuando el viernes volvimos de cenar nos le encontramos con su novia dentro de la cama. Y encima -continuaba la señora-, se sintió molesto por no haberle avisado de nuestro cambio de planes."
Que los extraños no respeten tu sexualidad y la utilicen como objeto de burla me resulta lamentable, pero que tu propia madre haga algo similar es sencillamente decepcionante.




miércoles, junio 15, 2005




Tengo un compañero de trabajo con un excelente sentido del humor y bastante ingenio. Solemos coincidir de tarde en tarde y eso hace que siempre nos saludemos con cariño. Ayer me encontré con él a la salida de una reunión y le pregunté que cómo le iba. Me dedicó una sonrisa y me dijo que, si no entrábamos en detalles, de puta madre. No sé si eso será de su cosecha o será un latiguillo de alguna de las series de ficción que nos inundan, pero sea lo que sea me pareció una respuesta muy gráfica.
Y os lo cuento porque hoy estoy yo en un día de esos, así que lo mejor que puedo hacer es no entrar en detalles. ¿O entro?




martes, junio 14, 2005




Cosas que creo que nunca haré:

-Ponerme un piercing.
-Obligarme a acabar un libro.
-Escribir un comentario descortés en un blog.
-Ir a Calle 54 y no pedir mojitos.
-Abandonar mis caminatas.
-Sentirme mayor.
-Disfrutar conduciendo.
-Dejar de escuchar a Bach.
-Aparcar mi coquetería.
-Olvidar lo bueno que está el arroz en Samm.
-Volver a presenciar una corrida de toros.
-Decir todo lo que pienso.

Aunque nunca se sabe.




lunes, junio 13, 2005




Hace un par de semanas estaba con mi hijo en la piscina de mi casa y se me acercó la madre de uno de sus amigos. Venía a proponerme que me apuntara al campeonato de pádel femenino que cada año organizan en nuestra casa. Le contesté que se lo agradecía pero que no había cogido una raqueta en mi vida con lo que era bastante complicado que pudiera acompañarlas.
Insistió aduciendo que algunas de las que participaban eran principiantas y apenas sabían jugar, pero yo también me reafirmé en lo dicho y apostillé: "Además, a mí si no tengo probabilidades de ganar no me interesa". Desde entonces noto que me mira raro.




domingo, junio 12, 2005




Amanda y slh me pasan un testigo más. Como en este caso es literario me atrevo yo solita a ponerme con ello. Así que ahí van dos de los libros que leeré este verano y tres que leería si no los hubiera leído ya:

Train, de Pete Dexter, un novelista fascinante. Lo compré en la Feria del Libro pero aún no lo he leído.
Vieja escuela, de Tobías Wolff. Un regalo de Mr. Peep que sabe lo que me gusta ese chico. Como el anterior no creo que llegue al verano, caerán antes con toda seguridad.
Correspondencia de Flaubert. El mejor Flaubert está, en mi opinión, no en las archiconocidas Madame Bovary o La educación sentimental, sino en estas cartas que escribió a Louise Colet.
Las edades de Lulú, de Almudena Grandes. Olvidaos del aspecto de matrona de la autora y de sus siguientes y prescindibles novelas y no dejéis de leer esta. Es lectura obligada, no sólo para chicas sino para los hombres que quieran entender mejor lo que nos pone y nos hace llorar a las mujeres.
El amante, de Marguerite Duras. Es el único libro que justo en el momento de acabarlo volví a la primera página y lo releí de un tirón. No sé si ahora no me resultaría un poco cargante la Duras pero en su momento me fascinó.

Y paso el testigo a los cinco primeros que les apetezca ponerse a la tarea. Así que... ahí va.




viernes, junio 10, 2005




Afirma Vila-Matas que alberga la librería más bella del mundo.
Cuentan que Juan Benet se decidió a estudiar ingeniería al contemplar uno de sus puentes.
Dicen que es inevitable ir a comer al restaurante Telégrafo, sentarse en sus chesters turquesa y saborear un tawny.
Aseguran que en esa ciudad el tiempo transcurre más despacio.
Dicen que su Café Majestic mantiene intacto su art nouveau de 1921.
Cuentan que el puente de Doña María Pía fue un ensayo de Eiffel para enfrentarse a la que sería la obra de su vida.
Sostienen que Tabucchi vio en sus calles a una angoleña cantando una morna de Cesária Évora.
Aseguran que una de sus famosas bodegas almacena sus caldos en un túnel de casi seis kilómetros. Este túnel abierto para albergar el paso del tren tuvo que suspenderse al darse cuenta de que lo habían iniciado en sentido contrario.
Y yo ni afirmo, ni digo, ni aseguro, ni cuento, ni sostengo nada. Sólo sueño con pisar sus calles dentro de pocas semanas.
Pongamos que hablo de... Oporto.




jueves, junio 09, 2005




Llevo unos días un poco inquieta. La verdad es que suelo ser bastante fiel con la prensa que leo. Compro a diario El País y los fines de semana además El Mundo y ABC, pero reconozco que los últimos días me están tentando y no sé si voy a poder resistirme.
En más de una ocasión os he hablado de mi pasión por la bollería. Pues bien, desde que el periódico La Razón regala al comprar un ejemplar una cajita con dos cruasanes, no es por nada, pero me cuesta mantener la compostura. Se lo he comentado a mi quiosquera esta mañana y se ha reído, dice que no me ve leyendo ese periódico, pero yo no lo tengo tan claro. Es más, si en vez de cruasanes tiesos regalaran porras calentitas os juro que a partir de mañana El País habría perdido a una de sus más fieles lectoras. Además, pensándolo bien, si se llama La Razón algo tendrá de bueno, ¿no?




miércoles, junio 08, 2005




Hace años, no sé si en Informe Semanal o en Línea 900, vi un reportaje sobre los dramas que el paro genera. Salía una pareja de cincuenta y tantos años, sentada en el sofá de su casa y delante de ellos una mesa camilla. Le preguntaban al hombre por su situación y él, apenas con un hilo de voz, narró como empezó a trabajar con catorce años en la fábrica de galletas y como casi cuarenta años después le llegó de sopetón la noticia de su cierre. "Nunca pensé que algo así pudiera ocurrir", concluyó el hombre con los ojos vidriosos.
Entonces su esposa, una mujerona con mucho nervio, tomó la palabra y le recriminó delante de las cámaras que no se moviera, que no se pateara las calles de sol a sol intentando conseguir un nuevo empleo. El hombre intentaba explicarse pero ella ya no le dejó abrir la boca, siguió y siguió contando a la redactora que su marido no reaccionaba, que le faltaba carácter para afrontar esa situación, que iba a enfermar de verlo vagando por la casa con la mirada perdida... El hombre a cada palabra que pronunciaba su mujer se iba encogiendo cada vez más, bajando la mirada y apretando los labios.
Eso sí, supongo que eso no puede catalogarse como violencia de género.




martes, junio 07, 2005




Hay una foto que se me ha quedado grabada en la memoria. La publicaron en la primera página de casi todos los periódicos al día siguiente de la aprobación por el Congreso de la Ley contra la Violencia de Género. En esa instantánea posaban el ministro Caldera y Llamazares, acompañados por todas las diputadas de sus respectivos grupos parlamentarios. Me pareció intolerable que ningún diputado apareciera en esa foto, como si todos los hombres sólo por su condición masculina estuvieran bajo sospecha o, aún peor, como si no estuvieran interesados en atajar esa lacra.
Pensé que esa foto levantaría ríos de tinta, pero me equivoqué. Nadie dijo nada.




lunes, junio 06, 2005




Recojo el testigo musical de Meret y pido ayuda a mi hijo, de diez años, para salir airosa de este embolao:

1. Tamaño total de los archivos de música en el ordenador:
Ninguno de los dos tenemos ni idea del asunto. No podemos preguntar a Mr. Peep porque está de vacaciones.

2. Último disco que le compré:
Came to me, de Dover.

3. Canción que estamos escuchando ahora:
Ninguna, obviamente. Bastante tenemos con hacer este trabajito.

4. Cinco canciones que escucha un montón o que tienen algún significado para él:
- Shut Up, de Simple Plan.
- Some King of Monster, de Metallica.
- Lying From You , de Linkin Park.
- Boulevard of Broken Dreams, de Green Day.
- Self Esteem , de Offspring.

5. Cinco personas a las que les paso el testigo (lo siento, pero presumo que podéis dejar el pabellón muy alto):
- illa
- slh
- evita
- amanda
- ladhu




domingo, junio 05, 2005




Aunque en muchas ocasiones hablo en mis post de libros que acabo de leer o que leí hace tiempo, no acostumbro a recomendar nada de lo que cito. La razón es muy sencilla: la literatura me parece una experiencia tan personal e íntima que no es fácilmente transferible. Hay que conocer mucho a una persona, saber de su momento vital, de sus lecturas anteriores y de sus gustos, para atreverse a recomendarle la lectura de Proust o de Musil.
Sin embargo, a veces caen en nuestras manos pequeñas joyitas, a las que nos habíamos acercado sin muchas expectativas y que consiguen engancharnos con lo que nos cuentan. Me pasó la semana pasada con El matrimonio amateur y, sin que sirva de precedente, me arriesgo a recomendar su lectura.




viernes, junio 03, 2005




Escribir ya no es llorar en España, afortunadamente, pero queda mucho por andar. ¿Por qué el escritor no es remunerado como un funcionario del Estado? ¿Acaso no realiza un trabajo en favor de la sociedad y los ciudadanos? La cultura debería ser gratis total; en todos los países avanzados lo es.
Hay aires nuevos en la literatura española, hay que dejar paso a una nueva generación. Ahí están Arturo Pérez Reverte, Lucía Etxebarría, Andrés Trapiello, Angeles Caso, Carlos Ruiz Zafón...
Ya les digo, el nuevo Siglo de Oro de la literatura española, sin ayuda de nadie, solos ante el peligro. Increíble, pero cierto.
Paloma Ivars Gil. Arroyo Miel (Málaga)


Esta carta al director publicada el pasado domingo en El País Semanal logró arrancarme una sonrisa. Sin embargo, minutos después me entró la duda de si la remitente iba en broma, como pensé en un principio, o en serio. Se admiten apuestas.




jueves, junio 02, 2005




Me sugiere Itaca2000 en un comentario al post del día 24 que deje caer la falda y que muestre lo que oculto. Me ha hecho sonreír su propuesta pero no creo que sea pertinente que siga su recomendación. Tengo la sensación de que la clave de la insinuación reside en hallar el límite.




miércoles, junio 01, 2005




"Toda mentira de importancia necesita un detalle circunstancial para ser creída", dice La Petite Claudine en la cabecera de su post del pasado día 26 que, por cierto, contiene unas imágenes bellísimas.
Y tiene toda la razón. Los mentirosos genuinos suelen añadir siempre un dato verosímil que haga creíble lo que cuentan. Pero sólo uno, el añadir muchos detalles es de principiantes, por eso a estos últimos siempre se les acaba pillando. Eso les distingue de los fabuladores, esos que se creen de tal forma las historias que cuentan que difícilmente entran en contradicciones.
Cuando pusimos a la venta nuestra casa del Centro teníamos pocas esperanzas de que la operación se resolviera de inmediato. Era una casa grande, antigua y de techos altos, pero sólo tenía un dormitorio y el resto del espacio estaba diáfano. Era muy bonita pero poco útil para la mayor parte de los posibles compradores, ya que casi todos ellos estaban pensando en formar una familia. Además, estaba en una calle de dudosa reputación y alguno llegó a manifestar que le encantaría vivir en una casa así, pero que su madre nunca iría a visitarlo si lo hacía. A punto estuve de decirle que esa era una razón de peso para comprarla, pero temí que no se me entendiera.
Cuando nos cansamos de enseñarla sin éxito, nos pusimos en contacto con una agente inmobiliaria que iba por libre y que nos garantizó que vendía todo lo que metía en su cartera. Al primer cliente realmente interesado le aconsejó que se tomara su tiempo, pero que tuviera en cuenta que había un matrimonio de Salamanca que estaba a punto de decidirse a dar una señal. Cuando se fue el presunto comprador le pregunté que a quién se refería y me dijo que era un invento suyo, pero que ese matrimonio de Salamanca era el responsable de más de la mitad de las ventas que había cerrado. "No hay que agobiar nunca al futuro propietario -me aclaró-, pero sí darle un toque y añadir un detalle que lo haga convincente".
A la semana siguiente quitamos el cartel de Se vende.