lunes, junio 27, 2005




En eventos como la Feria del Libro no puedo evitar mirar a los lectores que fervorosamente acuden a que su autor favorito les estampe su firma. Les envidio su fetichismo por los libros o su mitomanía, ya que carezco de ambos. Sólo tengo firmado un libro de poemas de Gabriel Celaya, y eso porque fue la primera vez que vi a un escritor en directo y además estaba ya tan viejito que parecía que era su última feria.
Ese desapego hizo que me costara entender la historia de un lector canario conocido por su pasión por recabar firmas de escritores. Este hombre acostumbra a utilizar el correo para pedir a los autores más conocidos un ejemplar firmado de su último libro. Contaba en una entrevista que Cortázar había sido uno de los que habían atendido a su ruego y que, en su respuesta, el autor de Rayuela le confesaba haberse quedado sorprendido por la frescura de su carta. El coleccionista de firmas decía que nunca supo si el escritor argentino hacía alusión a su espontaneidad o a su descaro, pero yo no tuve ninguna duda. ¿Y vosotros?