miércoles, marzo 06, 2013




Un padre chejoviano

Mi adicción a la letra impresa me ha proporcionado muchas satisfacciones y algún contratiempo. Uno de los problemas de pasar horas enfrascada en la lectura es que acabas citando a diestro y siniestro y la gente se mosquea; en medio de una conversación aludes a Bernhard, a Carver o a Canetti y te miran pensando, hay que fastidiarse lo pedante que es esta tía. Y lo peor es que tú lo haces con naturalidad: simplemente hablas de la gente que frecuentas.
Un día, harta de aguantar esos comentarios, me puse a darle vueltas y no tardé mucho en encontrar una solución. Desde entonces nada de citar a autores de culto, ahora todo queda en casa. Ya no digo que estoy de acuerdo con Chéjov cuando afirmaba que "si le tienes miedo a la soledad, no te cases". No. Ahora digo:

- "Como suele decir mi padre, si le tienes miedo a la soledad..." (aunque también pongo en boca de mi padre a otros autores rusos).
- "Si ya lo decía mi madre..." (aunque quien lo haya dicho sea la Duras, Carson McCullers o cualquier otra autora que se tercie).
- "En mi familia siempre lo han dicho..." (y me apoyo en el novelista del XIX que me apetezca).
- "Mi hermana la pequeña siempre me dice que..." (y aquí entran casi todos los cuentistas norteamericanos).
- "Mi hermana la mayor siempre mantiene que..." (suelo utilizarla para Marías, Vila-Matas y similares).

Hasta ahora nunca había tenido problemas. Nadie se sorprendía de que tuviera una familia tan ingeniosa. Nadie. Lo malo es que he terminado haciéndolo también en casa de mis padres. Y empiezan a mirarse como extraños.