jueves, marzo 31, 2005




Para dwalks, que me tiró de la lengua

Uno de mis primeros novios me comentó, nada más conocernos, que para él el sexo tenía que estar dentro de unos límites. Respiré tranquila porque aún recordaba unas imágenes que vi con quince años y que me dejaron tiritando.
Como soy de natural bastante cotilla cuando trabajaba de camarera de habitaciones en un hotel de la costa tenía por costumbre fisgar entre las pertenencias de los clientes. Una mañana en el cajón de una mesita de noche encontré una revista porno. Sólo puedo decir que me pareció cualquier cosa menos excitante. Nunca hasta ese momento había visto una polla contenta y su contemplación me resultó tremendamente turbadora. Me asustó su brillo y sobre todo su tamaño y me dio cierta grima verla cogida por la mano de una chica que casi no podía abarcarla. Seguí pasando las páginas y la cerré de golpe cuando encontré una foto que ocupaba toda la página y en la que la chica se la había metido en la boca. Me pareció ciencia ficción y deseé no tener que verme nunca en una situación parecida.
Salí con ese chico sólo unos meses, pero unas semanas más tarde ya habíamos pasado esos límites con nota. Rompimos de forma intempestiva (bueno, lo hizo él, como ya os conté) y nunca pude preguntarle dónde cojones tenía puestos esos límites.
Depende del día que tenga unas veces me da por pensar que me libré de una buena y otras, sin embargo, me lamento por lo que me perdí.




miércoles, marzo 30, 2005




Los estadounidenses no se privan de nada. A falta de tradiciones religiosas que disfrutar, se han sacado de la manga (o del bolsillo) un parque temático bíblico que puede visitarse durante todo el año. Se llama Holy Land Experience y está en Orlando, cerca del mítico Walt Disney. Según cuenta el Magazine de El Mundo por sólo 22,40 euros puedes ver "morir a Cristo" a las 11:30 y a las 4:15, salvo el día de Navidad y el de Accción de Gracias que se toma libre.
Cuando leí el reportaje me pareció un auténtico disparate, pero después pensé que no sé si hay más de circo en ese espectáculo o en la parafernalia y en los excesos que rodean nuestras procesiones. Me temo que se quedarían en tablas.




martes, marzo 29, 2005




Los que me quieren me reprochan que no deje ningún hueco de la prensa sin escudriñar. Dicen, y no se equivocan, que leo hasta las esquelas funerarias. Y es que nunca se sabe. Esta que transcribo, y que publicó la semana pasada el diario El País, consiguió emocionarme y me pareció de una belleza impagable.


XI ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE

ELENA
LUPIÁÑEZ
SALANOVA


Elenita:
Boris y Yuri han sufrido la cercanía de una tragedia atroz. El horror que han vivido por la muerte de Lamberto ha puesto en su conocimiento lo que por edad no conocieron cuando la obscenidad de la tuya.
De todos modos, la vida, ese desconcierto, y el conflicto doméstico siguen tan campantes: el griterío y las calzoncilladas de la televisión (no puedes imaginar su nivel y cuantía) no logran silenciar a John Coltrane y Dave Brubeck, tus favoritos.
J.L. Casaus




lunes, marzo 28, 2005




Cuando inauguraron el hotel donde empecé mi vida laboral me llevé un terrible disgusto: decidieron ponerme de camarera de pisos en vez de comedor que es lo que yo ansiaba. A los habitaciones destinaban a las más mayores, a las más cortadas y también a las quinceañeras como yo: tenían miedo de que no aguantáramos la presión y nos condenaban a llevar una bata de cuadritos rosa en vez del pichi azul marino y la camisa blanca que lucían las otras.
El trabajo era tremendamente aburrido y solitario y, salvo probar todo tipo de perfumes, no había muchos más alicientes a lo largo de la jornada. Cuando tuve mi primera salida de clientes recogí varias novelas que los turistas habían dejado abandonadas en sus habitaciones. Por desgracia estaban escritas en inglés y no podía leerlas ni pasárselas a mis compañeros por lo que empecé a almacenarlas encima de los radiadores del pasillo y a informar a las entradas de que podían hacer uso de ellas. La iniciativa fue muy bien acogida y no sólo mis ejemplares volvían a su sitio sino que cada vez me dejaban más libros, por lo que a los dos meses ya tenía cuatro radiadores completos. Cuando inauguré el quinto radiador decidí ordenarlos: los libros de bolsillo en el radiador del fondo, los de tapa dura en el siguiente, los muy gordos en el que estaba enfrente de la 416, los dorados y plateados en el radiador que había junto a la escalera... Además, les puse unas etiquetas con la leyenda "Hotel Helios-Planta 4ª" para tenerlos identificados.
Una mañana me llamaron al despacho de dirección, la gobernanta me adelantó que mi servicio de préstamo de libros había llegado a oídos del director y que quería hablar conmigo. Entré temblando y le expliqué, casi antes de que me preguntara, que lo hacía porque me daban pena esos libros abandonados y era incapaz de tirarlos a la basura. Me dijo que me tranquilizara, que me había llamado para felicitarme, y no para echarme una bronca, y que le pidiera lo que quisiese. No tuve ninguna duda a la hora de pedir, sabía bien lo que quería.
Pasé esa noche aprendiéndome los nombres de las comidas en inglés y al día siguiente envié a la lavandería la infame bata y aparecí en el comedor con mi vestido a media pierna, las mangas de mi camisa remangadas hasta el codo y mis zapatos de medio tacón. Mi vida laboral después de eso ha dado muchos tumbos pero nunca he saboreado tanto un ascenso como disfruté ese primer logro.




sábado, marzo 26, 2005




No he hecho nada extraordinario:
- He dado largos y solitarios paseos por la orilla del mar, uno de mis grandes placeres.
- He jugado con mis chicos al scrabble (y les he ganado).
- He jugado con mi hijo al ping-pong (y me ha ganado él).
- He desayunado todas las porras que me pedía el cuerpo, o sea más de media docena.
- He leído el libro que me tenía reservado: El festín del amor de Charles Baxter, una novela fascinante.
- He aprovechado hasta el último rayo de sol, mi prozac particular.
- He estado a punto de llorar en el viaje de vuelta al escuchar en la radio las Lágrimas Negras de Bebo y Cigala.
- He mirado a mis chicos, cuando estaban desprevenidos, y me he dicho lo que siempre me repito en esos casos: que soy una afortunada por tener el privilegio de disfrutarlos a diario.
- Y también, y por qué no decirlo, he pensado en mi blog, y en vosotros. Y os he echado de menos. Mucho.




jueves, marzo 17, 2005




Cosas que me gustan:

La tibieza del sol
Las tortas de aceite de Inés Rosales
La luz del sol
Las miniaturas flamencas
El calorcito del sol
El concurso Cifras y Letras
El sol del amanecer
La música barroca
El sol del atardecer
La mermelada de naranja
Leer tumbada al sol
Los espectáculos de danza
La alegría del sol

Así que hecha esta declaración de principios espero que no os sorprenda que mañana me vaya de vacaciones al Sur y que durante la próxima semana no esté para nadie más que para el sol. Y para mis chicos. Portaos bien.




miércoles, marzo 16, 2005




¿Alguno de vosotros está cansado del tiempo, complicaciones y gastos que supone tener una novia? ¿O molestos por las dificultades para encontrar una? La solución a vuestro problema está a la vuelta de la esquina. El jueves pasado leí en el suplemento del New York Times una noticia que me dejó de piedra. Dentro de pocos meses los chicos podrán disponer en su móvil de una novia virtual por el módico precio de seis euros mensuales (flores y bombones virtuales aparte, claro está). La chica en cuestión se llama Vivienne, es sexy, coqueta y bromista, y ¡asombraos! puede conversar sobre 35.000 temas distintos.
Sus creadores parecen haber pensado en todo: sólo se podrá disfrutar de ella una hora al día para evitar cuelgues; la puedes convertir en tu esposa incorporando a la familia virtual una suegra que te incordia a medianoche para interesarse por su cibernética hija, pero curiosamente Vivienne nunca se desviste y no llega más allá de soplar besos. Me da que los cerebros que están detrás de todo esto necesitan unas lecciones urgentes de psicología masculina.
Yo no sé vosotros pero yo creo que esta chica o cambia o no se come una rosca.




martes, marzo 15, 2005




Todavía no me lo puedo creer. Y yo que presumía de saberlo casi todo de él. Qué ilusa. Qué poco conocemos a los que nos rodean. Después de años y años de convivencia, un pequeño descubrimiento te pone ante la evidencia de lo que nunca has querido saber: vives con un extraño. Lo que más me ha molestado es enterarme en casa de sus padres y que se haya reído cuando se lo he hecho notar.
Sé que no debería hablar aquí de estos temas pero no puedo seguir callando: mi marido se come la sandía sin quitarle las pipas.




lunes, marzo 14, 2005




A los pocos meses de empezar a trabajar en el banco se incorporó una chica que lo único que tenía en común conmigo era la edad. Nuestras biografías eran diametralmente opuestas, ella procedía de una familia acomodada, con padre con chófer y finca en Toledo, y fue recibida en la oficina con uñas. Mientras a los que estábamos allí conseguir el puesto de trabajo nos había costado lo nuestro (en mi caso soportar tres años interna en distintas casas cuidando niños) a su padre sólo le costó levantar el teléfono.
Mi jefe me adelantó que difícilmente íbamos a entendernos, sin embargo, desde el primer momento nos miramos con simpatía. Empecé a tratarla y me di cuenta de que ella nunca había tenido mis problemas pero había tenido sus problemas, que para ella eran muy importantes. Escuchándola aprendí que era preferible batallar por hacerte un hueco que soportar a un padre que te llama puta. Y el acercarnos una a la otra sin apriorismos nos hizo querernos sin remedio y cubrir un hueco, el de la amiga del alma, que ambas teníamos vacante.
Me acordé de ella la pasada semana cuando más de uno se cargó a Adriana Domínguez llamándola pijita o niña mimada, simplemente porque su padre es famoso y tiene dinero. No me pareció justo.




domingo, marzo 13, 2005




A ver: esto empezó con un post de crucecitas, nada más. Ni alusión a gobiernos o partidos, ni alusión a otros muertos ni interpretaciones. Era un mero gesto, como el de tantos. El comentarista dijo, entre otras cosas: "lamentable, pero previsible...tanto el vil atentado como este campo de cruces". Y yo me dije: "Vaya, ya me está regañando alguien que posee la Verdad, y que no se deja embaucar por la charlatanería política interesada, como yo, que soy una ingenua, Alguien Que Sí Que Sabe". Me fastidió eso de "lamentable y previsible", que me sonaba a prepotente, de listillo.
Y a esto hemos llegado. A que el comentarista se toma la molestia de contestarme para despertar mi conciencia "anestesiada", dice, otra vez con singular prepotencia y voluntad didáctica, y la de otros: la Verdad Revelada, vamos. Y de paso nos cuenta algo de su currículo, recubierto de palabras nobles: "He luchado y sigo luchando y seguiré luchando contra el fanatismo, la intolerancia, la justicia, la soberbia, la discriminación, la censura, la falta de libertad, la intransigencia, la corrupción, y también contra la necedad, la cobardía, la ignorancia, la omisión, la defección, la indiferencia y la inacción". (Ufff, sin aliento me he quedado. Como me gustaría poder aplicarme sin sonrojo a mí misma tal enumeración).
Notable descubrimiento, nos señala que los políticos siempre han manipulado a las masas, agitando algún espantajo para infundirles miedo y mantenerlas calladitas y en sus casas, y se remonta, en un revoltijo indiscriminado, hasta los bárbaros. Sin duda, este fino análisis será merecedor de reconocimiento y aplauso internacional. Mira : eso es de Primer Curso de Rebeldía, plan antiguo, y no sé si te darían un aprobado raspado.
Yo había dicho que no todos los muertos son iguales. Se lo "he puesto en bandeja", dice, y su respuesta es "premeditadamente demagógica". Ciertamente, es demagógica. Un psicópata atenta contra la vida de sus víctimas; los terroristas, los de la mochila o la bomba lapa, atentan contra la vida de sus víctimas y, además, contra un sistema de convivencia, con todos los defectos que tú quieras, que quieren cambiar por otro a fuerza de bombazos. No estamos hablando aquí del dolor personal de los deudos, en cada caso, sino de la agresión contra una forma de vivir. Pilar Manjón puede discrepar del tratamiento que al asunto le ha dado la Comisión del 11-M, con razón, o no, pero los terroristas no buscaban atentar contra su hijo, en concreto, ni contra ninguna de las otras víctimas, simplemente, les tocó. El objetivo era nuestra sociedad, y por tanto me asiste el derecho a hacer duelo, a protestar y a defenderme. (Por cierto, lo de que el tipo del naipe había estado en Yugoslavia lo sabe todo el mundo que lea la prensa).
El "me lo has puesto en bandeja" me hace pensar que has leído mi respuesta buscando pillarme, y ése no es el mejor talante para una discusión. Y aludes a mi "modo de vida" de forma peyorativa, como si la defensa de nuestro sistema de convivencia, que yo había concretado en libertad de pensamiento y expresión e igualdad ante la ley, entre otras muchas virtudes, se refiriera a privilegios de clase. No, no se trata de conservar el piso o el coche (aunque el mío tiene trece años, y le tengo cariño), sino de poder comprar varios periódicos que opinen de forma opuesta, de no caminar tres pasos detrás de mi marido, de elegir a quien me gobierna, con mi papeleta, porque las teocracias no me gustan nada, y no quiero que me las impongan, y de tantas otras cosas.
Y finalmente no comentas mi último párrafo, "en mi beneficio". ¿He de estar agradecida? ¿Debería temer tu ira? Sabes, me suena a perdonavidas condescendiente, o a paternalismo. Y las dos cosas son detestables.




sábado, marzo 12, 2005




Respuesta a un comentarista

Dicen los psicólogos que el duelo tiene un gran poder curativo. Todas las sociedades, de una forma u otra, según sus tradiciones, realizan algún tipo de duelo ante una pérdida. Las manifestaciones a propósito del aniversario del 11-M tienen esa función: son el duelo de una sociedad ante una pérdida. Y una agresión. Confundías churras con merinas en tu primer comentario. No todos los muertos son iguales. Y no son iguales porque no todos son consecuencia de una agresión integrista y fanática a un modo de vida, que es el nuestro, al menos el mío y el que yo defiendo, que tiene entre sus fundamentos la libertad de opinión y expresión, la igualdad de todos ante la ley. Así pues, duelo por la pérdida en esas manifestaciones. Y protesta por un ataque intolerable y atroz.
Llevé a mi hijo, de ocho años entonces, a la manifestación posterior al 11-M. Me pareció que era una oportunidad para educarlo como persona y como ciudadano, para que cuando sufra el dolor de pérdidas que le atañan en el futuro, sepa que expresarlas puede hacerle bien, y sobre todo que no debe callar ante la violencia, el fanatismo o la intolerancia. Y que hay valores mínimos de convivencia que debe defender con uñas y dientes.
Mi campito de cruces es una expresión, ingenua si quieres, de todo esto. Es una forma de decir que me pongo en el lugar de los que han sufrido. Y como miembro de esta sociedad, es una forma de decir también que defiendo sus valores, y que no me mantendré en silencio si los pisotean. Así que el campo de cruces puede ser previsible, pero no lamentable. Eso sí que no lo acepto. Porque responde a mi derecho a mostrar mi duelo y a mostrar mi protesta por un hecho que intenta socavar valores que considero fundamentales.
Y te decía que una actitud valiente hubiera sido decirle a quienes guardaban cinco minutos de silencio, que seguro que has tenido a muchos alrededor, decirles, digo, que resultaban ridículos, previsibles y lamentables. Y comparar al ultimo muerto en accidente de tráfico con alguno de los destrozados en los trenes de Atocha, para hacérselo ver. Hay una diferencia, creo yo, entre el que muere de cáncer y el que es asesinado para, con su muerte atroz, amedrentar a una sociedad. Y el "silencio" puede confundirse con la indiferencia, por muy sentido que sea y muy "estético" que resulte. Y a veces meter todos los males de Occidente en un gran saco (los americanos, los capitalistas, la industria tabaquera y farmacéutica, los fabricantes de coches, que los hacen demasiado rápidos, etc.) puede conducir a la pasividad. Una pasividad muy indignada, quizá, pero pasividad. Y en cuanto a lo de insulto, sólo te decía que a veces hay que tener coraje para defender lo que uno piensa, en la arena, no desde la barrera. Y eso no es un insulto. Es una reflexión moral.




viernes, marzo 11, 2005




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jueves, marzo 10, 2005




Acabo de leer una entrevista a Adriana Domínguez, joven actriz e hija del diseñador Adolfo Domínguez. La última pregunta que le hacen es "¿Y ahora qué?", y la chica contesta que se vuelve a Los Angeles, donde vive desde hace un año, a seguir con su "curso de strip-tease con barra y todo", puntualiza. Dice que se lo pasa muy bien, "desarrolla la musculatura y te quita el pudor", concluye.
No suelo envidiar la vida de los demás pero os confieso que no me importaría nada estar en la piel de esta chica mientras asiste a ese curso. Me atrae eso de dejarme caer por la barra sacando morritos; de jugar al gato y al ratón con una silla de rejilla mientras pongo cara de mujer fatal; de dejar que la blusa resbale por mis hombros entre provocativa y pudorosa; de lanzar mi falda roja a la cara de algún desprevenido (o desprevenida); de cerrar los ojos mientras me acaricio el cuello y de sentir como mi cuerpo se mueve al ritmo de la música de manera suave y sensual.




miércoles, marzo 09, 2005




He vuelto sobre el asunto de la obediencia y le he preguntado a mi marido que para qué necesita que sea obediente. Me ha dado tres razones:
- Insiste en que cuando haga la compra por internet le pida yogures griegos, no naturales. No es lo mismo, dice.
- Me pide que no invada su parte del lecho conyugal estos días de frío. Soy una pegajosa del carajo, dice.
- Y, por último, me informa de que va a comprarse una Gibson SG roja. Y no quiere oírme hablar de que para qué la quiere, que bien sabe él que no tiene ni idea de tocar la guitarra y que esa compra es puro fetichismo.
Y le he dicho que si es eso, que vale, que procuraré ser buena, aunque con lo de la guitarra no sé si voy a poder aguantarme y no lanzar alguna puyita. Ya veremos.




martes, marzo 08, 2005




Cada vez que mi tía Luisa iba a Talavera volvía con los pies destrozados. Se ponía para la ocasión unos zapatos de medio tacón, que solía reservar para las bodas y las fiestas del pueblo. Al principio lo llevaba con dignidad pero a medida que transcurría la mañana sus pies empezaban a dolerle y si no hubiera sido por vergüenza se hubiera quitado los zapatos y habría continuado con sus compras descalza y con ellos en la mano. Y se pasaba el resto del día echando de menos sus zapatillas, que usaba tanto para estar en casa como para andar por el pueblo.
Un día, sin embargo, encontró la solución a su problema. Viajábamos juntas y cuando llegamos a Talavera me pidió que le esperara un momento. Se sentó en un banco de la estación de autobuses, se quitó los zapatos, sacó de una bolsa sus zapatillas y dio el cambiazo. La miré asombrada y mi tía me aclaró: "Total, quién va a saber que no soy de aquí". No pude aguantar la risa y le dije que la gente de Talavera no salía en zapatillas a la calle, que eso sólo se hacía en los pueblos. Mi tía que se había quedado con los zapatos en la mano los guardó con determinación en la bolsa y concluyó: "Lo que tú digas, pero supongo que algún día tendrán un despiste, ¿no?".




lunes, marzo 07, 2005




Hay algunos autores a los que nunca me he acercado por una razón muy simple: me caen mal como personas. No discuto que sean capaces de construir una historia interesante y hasta quizás innovadora, pero desde el momento en que no despiertan mis simpatías pierdo todo interés por su obra. Me pasó con Cela, por ejemplo, y me sigue pasando con Pérez Reverte o con el baboso de Juan Manuel de Prada.
Quizás esa sea la razón por la que no puedo volver a visitar un blog cuyo dueño o dueña me da grima, independientemente de lo calidad de sus textos. Y por eso me cuesta entender el que me visiten personas a las que me consta que no les caigo bien, personas que vía mail me han puesto a caldo y que increíblemente concluyen sus cartas con un: "Eso sí, te seguiré leyendo porque me gusta como escribes". ¿Alguien puede explicármelo?




domingo, marzo 06, 2005




Esta mañana mientras revisaba mi ropa de verano (estoy preparando mi viaje al mar durante la Semana Santa) hice un repaso de mis existencias. Y este fue el resultado.

Prendas que hay en mi armario:
-Blusas con cuello barco y mandarín.
-Jerséis con cuello alto y sin mangas.
-Faldas mini.
-Faldas largas.
-Trajes de baño.
-Pantalones de lino.
-Transparencias.
-Minivestidos de algodón.
-Sombreros.
-Cinturones de todos los anchos.

Prendas que tienen vetada la entrada:
-Camisetas con cuello de pico.
-Pantalones vaqueros.
-Pareos.
-Biquinis.
-Camisas.
-Jerséis con cuello a la caja.
-Faldas por debajo de la rodilla.
-Cualquier prenda que brille.




viernes, marzo 04, 2005




He seguido el consejo de mordiscosderealidad y le he pedido a mi marido una definición pictórica de mí misma.
La conversación, anoche, sobre las once, fue más o menos así. Cauta, me acerqué a él, medio derrengado en el sofá.
-Si tuvieras que definirme usando imágenes de un pintor, ¿cómo lo harías?
Apartó la vista de Britney Spears, que cantaba en la MTV eso de «Oh, he vuelto a hacerlo otra vez», me miró perplejo con ojos somnolientos y exclamó:
-¿Eeeh?
Yo recogí el mando de la tele, que se le había caído al suelo, él cerró el volumen de las Obras completas de Ortega y Gasset que tenía al lado, me miró y dijo:
-Balthus, cuando te balanceas en la silla frente al ordenador, chupándote un dedo mientras piensas qué contestar a alguno de tus interlocutores cibernéticos; Hooper, cuando te hundes en el sofá absorta fingiendo que lees; Bonnard, cuando te vistes después de la ducha el domingo por la mañana; Duchamp, cuando discutimos; Delvaux, de madrugada, a ratos, a veces; y Yves Klein muy a menudo.
-Vaya -le dije-. Y me fui a jugar al Tetris.




jueves, marzo 03, 2005




Mi hijo ha traído del colegio un trabajo que han hecho sobre la figura de la madre. Es una especie de loa agradecida por todas las cosas que hacemos por los hijos. En su redacción mi hijo me da las gracias por comprarle huevos Kinder, por estar siempre sonriente, por ponerle calzoncillos de mayor y otras ocurrencias por el estilo. La última frase de la redacción, sin embargo, no me la esperaba. Dice mi hijo que me da las gracias por haberle traído al mundo.
Indago sobre si el trabajo lo han hecho individualmente o en grupo y me cuenta que parte ha sido idea suya y parte son cosas que se pasaban unos a otros. Le pregunto si la frase de cierre es suya o tomada prestada y me contesta: "Mamá, por favor, eso me lo dijo Mario, tú te crees que a mí se me va a ocurrir esa tontería."




miércoles, marzo 02, 2005




En la edición del domingo pasado un redactor de El Mundo se hacía varias preguntas. La que más me interesó fue ésta:

"¿Por qué a las mujeres, tan sensibles, les gusta más Javier Bardem, tan rudo, que Daniel Guzmán, un osito?"

¿Alguien lo sabe?




martes, marzo 01, 2005




A los que callan
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Una antigua colega, cuando volvía de una entrevista de trabajo, siempre se lamentaba de lo mismo: de ser demasiado concisa, de callarse cosas que debería haber puesto sobre la mesa, de contestar demasiado escuetamente a las preguntas que le habían hecho... Yo la tranquilizaba diciéndole que a mí me ocurría todo lo contrario, después de una entrevista de ese tipo me recriminaba el haber hablado más de la cuenta, el haber contado hechos que debiera haber callado, el ser demasiado excesiva... Y claro, le decía, entre una situación y otra, la suya era sin duda preferible y mucho más inteligente.
Por esa razón, quizá, las personas que más curiosidad me despiertan en este mundo de los blogs son los que callan. Esta especie de Monsieur Hire enigmático y virtual me atrae y, en cierta medida, me turba. Al principio de abrir el blog cuando me visitaban ochenta o noventa personas quería pensar que no existían, entre las veces que yo abría el blog, o mi marido, o los que me comentaban, o los que repetían visita llegaba a esa cifra sin problemas. Ahora no hay duda de que aunque callen están ahí. Y lo que más me inquieta no es solamente su silencio sino que ni siquiera sonrían. A veces me pregunto si, como M. Hire, escuchan música mientras se asoman a estas ventanas cibernéticas.