martes, septiembre 30, 2008




En los últimos tiempos me gusta mucho ir al centro de Madrid. Después de años casi sin pisarlo ahora he vuelto a redescubrirlo. Me bajo en cualquier estación de Metro y camino por calles que me sé de memoria. Me encanta volver a los sitios que frecuentaba, cerciorarme de que siguen ahí o descubrir que ya desaparecieron y que, en su lugar, han abierto una tienda de alimentación regentada por chinos, un local donde hacen tatuajes o un Starbucks Café.
Ayer me bajé en Alonso Martínez. Había un chico dando propaganda y me alargó un papelillo. Sabía que no lo iba a leer y que iba a tener que buscar una papelera, pero a pesar de eso lo cogí, como suelo hacer siempre, por cortesía, quizás. Me sorprendió ver que el papel me lo daban por la parte que no estaba impresa, así que le di la vuelta y para mi asombro también por el otro lado el papel estaba en blanco. En principio no supe qué pensar pero luego caí en la cuenta de que el chico sería nuevo en el oficio. O sea, que estaría de training.




jueves, septiembre 25, 2008




En mi pueblo nunca perdieron el tiempo con el asunto del lenguaje. Tenían cosas más importantes de las que preocuparse. Eso sí, cuando se les presentaba el caso lo solucionaban sin muchas contemplaciones. Por ejempo, con el tema pollo. Y es que en los pueblos pasa lo que decía Cortázar: que los pollos corren crudos. Cuando te vas a comer ese animal te da igual su género, pero si lo vas a comprar para criarlo es decisivo saber qué te llevas. Por eso en mi pueblo hablan de pollos o de pollas (así, sin complejos).
En casa de mis padres nunca perdieron el tiempo con el asunto del lenguaje. También tenían cosas más importantes en que emplearse. Mi madre se empeñó en que sus hijas no fueran como ella. Quería que estudiáramos Magisterio o Medicina, porque en mi pueblo todo el universo académico quedaba reducido a esas dos profesiones, pero nunca le preocupó si luego nos dirían "la médico" o "la médica". Eso eran minucias.
En eso pensé cuando nuestra joven ministra de la Igualdad se enzarzó en la insulsa polémica de miembros o miembras. Me pregunté si no tendría cosas más importantes en que emplear su tiempo. Y nuestro dinero.




lunes, septiembre 22, 2008




Conversación mantenida entre un alto ejecutivo y una persona de su equipo a propósito de la toma de posesión como presidenta del banco de Ana P. Botín:
Él: Lo va a tener difícil.
Ella: Sin duda. Sustituir a Alfredo Sáenz es un gran reto. Se hizo cargo de esta casa recién intervenida y supo sacarla adelante. Tenemos mucho que agradecerle.
Él: Sí, sí, lo va a tener difícil.
Ella: Seguro que sí, porque además nuestro presidente ha sido un hombre muy cercano, se ha multiplicado para estar en todos sitios y eso los empleados lo agradecen...
Él: Ya, ya, pero no es por eso... Yo decía que lo va a tener difícil, porque aunque venga de una familia de banqueros quieras que no es una mujer.

Y es que siempre lo he dicho, en el mundo de la banca pasa como en el de los asesinos en serie, que hay mucho machismo.




sábado, septiembre 20, 2008




Hace tiempo entrevistaron a un premio nobel, un simpático viejito, acompañado de su no menos simpática mujercita. A la pregunta de "¿Y después de tantos años juntos nunca han pensado ustedes en el divorcio?", a lo que ellos se miraron con sonrisa cómplice y ella contestó alegremente "no, en lo que hemos pensado más de una vez, es en el asesinato".

Este fue el fantástico comentario que Olatz hizo a mi post del 30 de septiembre de 2005 (se me ha olvidado cómo poner enlaces a posts anteriores, sorry). Me gustó tanto que durante estos años lo he recordado más de una vez. Siempre que alguien se quejaba de lo dura que se hace la vida en pareja a medida que pasan los años, yo le contaba esta anécdota y acabábamos riéndonos todos.
Lo que no sabía hasta ayer es que no fue a mí a la única a la que le encantó el comentario. Mirad aquí y sorprendeos. Y encima sin citar a Olatz. ¡Vaya morro!, ¿no?




miércoles, septiembre 17, 2008




Uno de los primeros síntomas de que empiezas a cansarte de este mundo blogueril es que cada día que pasa te da más pereza salir de visita a otros blogs. Llega un momento en que las salidas son cada vez más cortas y además vuelves desganada, y te encierras en tu casa, y te empieza a comer la miseria, y así, poco a poco, hasta que un día dices que hasta aquí hemos llegado y desapareces.
Uno de los primeros síntomas de que acabas de volver es que te pasas horas y horas zascandileando de aquí para allá, vas de un blog a otro como en tus mejores tiempos, y a casi todos le encuentras algo atractivo. De uno te llama la atención su cabecera, de otro sus fotos morbosas, de un tercero su sentido del humor... Y en ese ir y venir lees un post que te hubiera gustado escribir a ti, que firmarías con los ojos cerrados, que vuelves a leer al día siguiente, y al otro.
Ese post lo escribió Teresa, la de la ventana. No se lo pierdan.




domingo, septiembre 14, 2008




Recién llegada a Madrid pasaba bastante tiempo sola. No conocía apenas gente y la literatura fue en esos primeros años casi la razón de mi vida. Leía, leía y leía sin descanso y eso hacía que me sintiera acompañada y que las horas pasasen a la espera de tiempos mejores. No sé por qué pero pensaba que los escritores a los que leía eran todos gente solitaria, atormentada y poco felices.
Un día, sin embargo, leí algo que me dejó de piedra. Javier Marías o Molina Foix, no recuerdo cuál de los dos, contaba en una entrevista, creo que a propósito de la muerte de Juan Benet, que lo que más iba a echar de menos eran las juergas en casa del finado, juergas que acababan con todos por el suelo recorriendo la casa y diciendo: "triquitraque, triquitraque, puuuuu!!!, puuuuu!!!...".
O sea, que mientras que ellos se partían de risa haciendo el trenecito yo me agriaba el ánimo leyendo Volverás a Región. Muy bonito, sí señor.




viernes, septiembre 12, 2008




Desde Babelia llegué a Anna Gavalda, y desde esta francesa, fantástica dialoguista, a Diana de Poitiers. Esta dama, amante de Enrique II de Francia a pesar de ser 18 años mayor que él, era adorablemente hermosa. Se imitaban sus andares, sus gestos, sus peinados. De hecho sirvió para establecer los cánones de belleza, que todas las mujeres de esa época buscaron ardientemente seguir:

Tres cosas blancas: la piel, los dientes y las manos.
Tres negras: los ojos, las cejas y las pestañas.
Tres rojas: los labios, las mejillas y las uñas.
Tres largas: el cuerpo, los cabellos y las manos.
Tres cortas: los dientes, las orejas y los pies.
Tres estrechas: la boca, la cintura y el empeine.
Tres gruesas: los brazos, los muslos y las pantorrillas.
Tres pequeñas: los pezones, la nariz y la cabeza.

Curioso, pero en casi cinco siglos tampoco parece que hayan cambiado tanto las cosas, ¿ o no?




martes, septiembre 09, 2008




Hay una anécdota muy conocida y divertida de Luis Miguel Dominguín. Según cuentan, tras su primera noche de amor con Ava Gardner, el torero saltó por la mañana de la cama y se dispuso a salir a la calle. Cuando la actriz le preguntó que adonde iba, él le contestó: "¿Adónde voy a ir? ¡A contarlo!".
Y algo similar, pero a la inversa, me pasó a mí en mi viaje a Oporto el verano pasado. Cuando cruzaba el puente de Eiffel, cuando tomaba café en el Majestic, cuando subía las escaleras rojas de la librería Lello e Irmao (la librería más bella del mundo), cuando tomaba un tawny en la terracita del Museo Romántico o cuando saboreaba el olor de las barricas de roble en las bodegas de Vila Nova... me decía: qué pena no tener el blog abierto para contarlo.




sábado, septiembre 06, 2008




Cuando a finales de julio decidí abrir el blog de nuevo leí algunos de los posts que había colgado en la etapa anterior. Después de leerlos siempre pensaba lo mismo: menuda tontería, vaya disparate, cómo pude colgar algo tan soso como esto, qué mal escrito está, qué cúmulo de lugares comunes, qué pensaría la gente ante tamaña sandez..., y cosas por el estilo. Y los miraba con esa superioridad tonta que te hace creer que ahora eres mucho más sabia, que aquel novio que en el pasado te toreó ahora no tendría nada que hacer contigo. Cuando íntimamente sabes que eres la misma, que se cambia muy poco o casi nada, para bien o para mal.
Y lo mismo me ha pasado cuando he vuelto a leer la charla que tuve con mi querido Dr Zito hace casi un año y que colgó amablemente en su blog. Las preguntas del Dr me parecen fantásticas pero mis respuestas dejan mucho que desear. Sea como sea es lo que hay, así que lo mejor será apechugar con ello.




jueves, septiembre 04, 2008




El otro día leí una cosa curiosa: a partir de los seis meses los bebés son capaces de diferenciar las caras de las personas con más facilidad que los adultos, e incluso los rostros de los monos. Habilidad, claro está, que perdemos al crecer. Eso explicaría por qué cuando mi hijo iba a preescolar sus compañeros le preguntaban si su madre era china. Mi hijo se reía y les decía que no. Y yo también me reía con ese comentario porque aunque ni soy morena, ni de baja estatura, sí tengo los ojos achinados.
Pero ahora con las olimpiadas he descubierto que comparto otro rasgo más con los organizadores de los juegos: me gusta preguntar a la gente por su vida. A los pobres chinos les empapelaron la ciudad con carteles donde se les daban instrucciones sobre las ocho cosas que no podían preguntar a los visitantes. Así que han ganado un chorro de medallas pero se han quedado con las ganas de saber.
Eso sí, la que no se va a quedar con las ganas soy yo. Y es que muchas veces me he preguntado leyendo los comentarios: ¿será chico o chica?, ¿estará casado o soltero?, ¿tendrá hijos?, ¿de dónde será?, ¿a qué dedicará su tiempo libre? Así que ya estáis contando todo lo que queráis. Hombre, lo de cuánto ganáis me parece excesivo pero todo lo demás será bienvenido.




martes, septiembre 02, 2008




Dos años dan para mucho o para muy poco, según se mire. Sea como sea aquí estoy de nuevo. Dispuesta a disfrutar con vosotros, a reírme, a emocionarme, a sentirme un poco más viva en una palabra.
Y mientras que pongo un poco de orden en esta casa, y en mi cabeza de paso, os dejo con una mujer que logró emocionarme hasta las lágrimas una tarde en el Teatro de la Abadía.

Va por ustedes.