A los que callan
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Una antigua colega, cuando volvía de una entrevista de trabajo, siempre se lamentaba de lo mismo: de ser demasiado concisa, de callarse cosas que debería haber puesto sobre la mesa, de contestar demasiado escuetamente a las preguntas que le habían hecho... Yo la tranquilizaba diciéndole que a mí me ocurría todo lo contrario, después de una entrevista de ese tipo me recriminaba el haber hablado más de la cuenta, el haber contado hechos que debiera haber callado, el ser demasiado excesiva... Y claro, le decía, entre una situación y otra, la suya era sin duda preferible y mucho más inteligente.
Por esa razón, quizá, las personas que más curiosidad me despiertan en este mundo de los blogs son los que callan. Esta especie de Monsieur Hire enigmático y virtual me atrae y, en cierta medida, me turba. Al principio de abrir el blog cuando me visitaban ochenta o noventa personas quería pensar que no existían, entre las veces que yo abría el blog, o mi marido, o los que me comentaban, o los que repetían visita llegaba a esa cifra sin problemas. Ahora no hay duda de que aunque callen están ahí. Y lo que más me inquieta no es solamente su silencio sino que ni siquiera sonrían. A veces me pregunto si, como M. Hire, escuchan música mientras se asoman a estas ventanas cibernéticas.
Por esa razón, quizá, las personas que más curiosidad me despiertan en este mundo de los blogs son los que callan. Esta especie de Monsieur Hire enigmático y virtual me atrae y, en cierta medida, me turba. Al principio de abrir el blog cuando me visitaban ochenta o noventa personas quería pensar que no existían, entre las veces que yo abría el blog, o mi marido, o los que me comentaban, o los que repetían visita llegaba a esa cifra sin problemas. Ahora no hay duda de que aunque callen están ahí. Y lo que más me inquieta no es solamente su silencio sino que ni siquiera sonrían. A veces me pregunto si, como M. Hire, escuchan música mientras se asoman a estas ventanas cibernéticas.