viernes, septiembre 12, 2008




Desde Babelia llegué a Anna Gavalda, y desde esta francesa, fantástica dialoguista, a Diana de Poitiers. Esta dama, amante de Enrique II de Francia a pesar de ser 18 años mayor que él, era adorablemente hermosa. Se imitaban sus andares, sus gestos, sus peinados. De hecho sirvió para establecer los cánones de belleza, que todas las mujeres de esa época buscaron ardientemente seguir:

Tres cosas blancas: la piel, los dientes y las manos.
Tres negras: los ojos, las cejas y las pestañas.
Tres rojas: los labios, las mejillas y las uñas.
Tres largas: el cuerpo, los cabellos y las manos.
Tres cortas: los dientes, las orejas y los pies.
Tres estrechas: la boca, la cintura y el empeine.
Tres gruesas: los brazos, los muslos y las pantorrillas.
Tres pequeñas: los pezones, la nariz y la cabeza.

Curioso, pero en casi cinco siglos tampoco parece que hayan cambiado tanto las cosas, ¿ o no?