"Le sentaba muy bien la camisa cuando bailaba", dice mi madre al
preguntarle qué la atrajo de mi padre. Pero creo que lo que despertó su
interés fue ese aire que Pepe tiene en las fotos de venir de otro mundo.
Mi padre muestra el aspecto despreocupado de quien se siente a gusto
con su piel, sonríe a la cámara sin chulería pero con seguridad, no
tiene ese gesto torvo de algunos campesinos, sino la mirada confiada del que espera lo mejor de la vida.
En
la adolescencia, mi madre llevó muy mal que la hubieran sacado de la
escuela de pequeña y la privaran de la posibilidad de instruirse y de
demostrar que tenía capacidades por encima de las otras chicas de su
edad. A la hora de emparejarse, se decidió por mi padre, que la ponía en
contacto con gentes y sitios nuevos, y rechazó a un pretendiente que
tenía en el pueblo. Los Colino eran más letrados, todos los hermanos
escribían con una bonita letra, sabían mucho de cuentas y vestían unas
gabardinas que recordaban a las de los artistas de cine. Además, al
casarse con mi padre sus hijos no serían García, Martínez o Fernández,
sino Colino, un
apellido que no había en el pueblo y que debió resultarle atractivo.
El
papel que le habían asignado a mi madre en su familia nunca le gustó.
Para ellos era la "buena" de las hijas, la que más callaba, la que se
adaptaba a todo, la más resignada, cuando en realidad le hubiera gustado
ser la que destacase y la protagonista. Pero ese lugar no estaba
vacante. El hecho de que mi padre no fuera bien aceptado por la familia de mi madre fue quizás su primer acto de rebeldía, una forma de quitarse de encima ese apelativo que sin embargo la acompañó durante toda su vida.
La
familia de mi madre era más apegada a la tierra que los Colino. Aunque
los Martínez también tenían pequeños negocios -un tejar y una posada- y
eran emprendedores, todo lo que ganaban lo invertían en comprar tierras y
casas. Quizá ese arraigo sedujo a mi padre. Los Colino habían perdido
casi todo tras la guerra e intentaban recuperarse con mucho esfuerzo.
Pagaron su condición de rojos con años de cárcel y con notables pérdidas
económicas. El dinero republicano que llevaron al banco para su canje,
una cantidad importante para la época, nunca les fue devuelto.
Setenta años después aún conservan el resguardo de esa entrega.