miércoles, marzo 08, 2006




Hace unos días compartí ascensor con dos colegas de la empresa a las que no conocía. Por su conversación deduje que ambas acababan de incorporarse después de la baja maternal y se iban contando como habían resuelto el asunto de la vuelta. Una había contratado a una chica para que se quedara en casa cuidando al bebé y la otra había optado por llevarlo a una guardería. "Me da una pena tener que dejarle cada mañana en la guardería -se lamentaba la segunda. Pobrecitos, se quedan tan solos."
La primera saltó como un resorte y le contestó: "No, querida, pobrecitas nosotras."
Y pensé que quizás tenía razón, que las pobrecitas al fin y al cabo eran las mujeres. Habían buscado liberarse y con lo que se habían encontrado era con peores sueldos, con menos probabilidades de promoción, con tener que soportar eso de "trabajadores y trabajadoras", con seguir llevando el peso de la casa, de los hijos, de los eventos familiares, y encima sintiéndose culpables por no llegar a todo.
Pobrecitas.