sábado, febrero 11, 2006




Han pasado muchos meses desde la última vez que abrí el messenger. Lo descubrí junto con los chats hace poco más de dos años. Siempre había pensado que era cosa de adolescentes y que a mí no me iba a resultar atractivo. Pero, por el contrario, me resultó fascinante y me encontré en mi salsa casi desde el primer momento. Me encantaba ese juego de hablar con desconocidos, aunque prefería no ver sus fotos e imaginármelos a través de sus palabras. Como soy de natural adictiva me enganché durante unos meses y viví situaciones irrepetibles pero poco a poco empezó a parecerme más de lo mismo. Pasado un tiempo esas ventanitas que se abrían resultaban cada vez menos excitantes y más predecibles, probablemente porque tampoco yo tenía la misma chispa que al principio cuando todo me resultaba novedoso.
Sin embargo tengo que confesar que no fue el aburrimiento quién acabó postergando el messenger sino el blog. Tuve la sensación desde el principio de que eran incompatibles. No sabría decir por qué pero sigo convencida de que lo son.