martes, febrero 28, 2006




Cuando mi tía, la que cantaba canciones de Serrat, decidió salir del pueblo por unos días y visitar a sus hijos en Benidorm, se encontró con infinidad de cosas nuevas para ella. A su vuelta nos contaba que lo que más le había sorprendido no era lo grande que era el mar, ni el topless de las extranjeras, ni lo limpio que estaba todo, ni lo alto y lo delgado de los edificios. No. A mi tía lo que le dejó con la boca abierta fueron los inglesillos: tan pequeños y hablaban inglés que daba gusto.