lunes, enero 16, 2006




Escribiendo el último post me vino a la memoria algo que siempre me ha sorprendido leyendo en la prensa la sección de Cartas al director. Curiosamente hay dos colectivos profesionales que son citados muy a menudo por los remitentes. Uno de ellos son los conductores de autobuses, y todas las cartas hablan del trato lamentable que reciben: conducen muy rápido o muy lento, los dejan tirados en las paradas, los salpican cuando llueve, los hacen bajarse si no llevan cambio, se distraen hablando con otros pasajeros, ponen la radio demasiado alta, les obligan a cerrar el cochecito del bebé, pegan frenazos bruscos, ponen la calefacción a tope para poder ir ellos en camisa, y así hasta el infinito. Pues bien, la que suscribe que odia conducir y utiliza a menudo este medio de transporte tiene una experiencia totalmente diferente: la mayoría me parece gente correcta, que incluso a veces te espera cuando te ven llegar con la lengua fuera o vuelven a abrir la puerta para acoger a algún rezagado, que te informan cuando les pides alguna información e incluso te avisan de dónde tienes que apearte.
Las otras cartas suelen referirse al colectivo que cuida de nuestra salud. Pero a diferencia de las primeras en estas el tono es totalmente diferente: todas son de agradecimiento. Todos destacan la magnífica profesionalidad de los celadores, las auxiliares de clínica, las enfermeras y los médicos. Hasta ahí puedo entenderlo, porque creo que todos ellos, como la mayoría de los profesionales de otros sectores, se esfuerzan por hacer su trabajo de la mejor manera posible. Lo que me pone los pelos de punta es cuando además les agradecen la humanidad con que les han tratado. Me pregunto que trato es el que esperaban recibir.