domingo, diciembre 18, 2005




Durante los últimos meses algunos de vosotros me preguntáis si me pasa algo. El hecho de que haya dejado de actualizar a diario no deja de sorprendeos. Pues bien, esto se explica muy fácilmente. Afortunadamente no me pasa nada, y la vida sigue sonriéndome: ni problemas de trabajo, ni de pareja (aunque a veces, como decía Olatz en su certero comentario al post del 30 de noviembre, pensemos no ya en el divorcio sino en el asesinato), ni nada que mi optimismo no pueda dar la vuelta en un pispás y encontrarle el lado positivo.
Lo que ocurre es que las relaciones con los blogs me temo que tienen bastantes parecidos con otro tipo de relaciones: al principio el enganche es total y eso te lleva a una casi dedicación exclusiva: los primeros meses de un blog son casi definitivos y te exigen muchos cuidados y continuos mimos. Sin embargo, a partir del año lo que hacías todos los días ya te apetece hacerlo sólo dos o tres veces por semana. Algunos tiran la toalla en esta fase y vuelven a sus ocupaciones habituales; otros, abren un nuevo blog y se vuelcan en un nuevo proyecto; y, por último, otros, como es mi caso, lo vivimos con cierta calma y sin apenas alarmarnos. La razón es que quizá sepamos que la pasión a veces se agazapa, que hay que perseverar, que no hay que dejarse vencer por las dificultades o la aparente apatía. Y eso por qué os preguntaréis, pues por algo muy simple: porque tenemos la certeza de que no todos los días nos vamos a encontrar a una chica con falda roja que merezca la pena a la vuelta de la esquina.