Hace unos años los responsables de una empresa de Lérida, cansados de no encontrar personas que quisieran trabajar en su fábrica, tuvieron una idea: ofrecerían puestos de trabajo a tiempo parcial a mujeres. En pocos días tuvieron cubierta toda la plantilla: las empleadas trabajaban jornadas de cuatro horas y la productividad creció un 198%.
Desde que leí esa noticia no dejo de darle vueltas. Y es que creo que la incorporación de la mujer al mundo laboral no se ha hecho de forma inteligente. En vez de sumarnos al carro y trabajar jornadas de, como mínimo, ocho horas diarias, deberíamos haber propuesto algo más creativo. Y, aunque quizás ya sea un poco tarde, ahí va mi propuesta: si en la generación anterior trabajaba sólo un miembro de la pareja, ahora, que trabajan ambos, deberían hacerlo sólo cuatro horas diarias cada uno. Vamos, digo yo.