domingo, julio 17, 2005




Cuando me dijo que estaríamos más cómodos en el dormitorio me levanté a toda prisa. Lo que nunca supe es por qué extraña razón ese día no hice lo que siempre hacía: lanzar los zapatos al aire y quedarme medio desnuda medio vestida. No. Esa tarde algo me hizo mantenerme formalita, y cuando me dijo tenemos que hablar supe de repente que ese era el final. Y lo fue.
He recordado esta escena esta tarde mientras veía un cartel de No sos vos soy yo, porque recuerdo que me dijo algo parecido, y recuerdo esa despedida porque fue la primera vez, y la última afortunadamente, que pronuncié una frase que debería haber callado. Quise saber qué cosas había hecho mal, y justo al oírme decir esas palabras me di cuenta de que esa pregunta no tenía sentido, de que en el amor se hace lo que se puede más que lo que se debe. Me di cuenta de cómo hacemos el idiota, de cómo somos de lamentables en esas situaciones, de cómo somos y no somos nosotros mismos...

(No dejéis de pinchar en el enlace y leer la crónica de un tal Hernán Schell, con citas tan jugosas como ésta de Kierkegaard: "Todo amor, incluso el infiel, está lleno de misterio..." y esta otra de Sacha Guitry: "Si la mujer fuera buena, Dios tendría una.".)