viernes, mayo 06, 2005




He sufrido al ver la fragilidad de Sánchez Ferlosio embarcado en la recogida de su premio Cervantes. Ese hombre siempre me ha gustado. Me conmovió que tan poco dado como es a dejarse ver tuviera el gesto de acudir al entierro de su ex mujer, Carmen Martín Gaite, y me ha emocionado ver que empezaba su discurso hablando de la única hija que tuvieron y que ambos perdieron con poco más de veinte años.
Y he entendido que haya declinado acudir al Círculo de Bellas Artes a abrir la lectura de El Quijote, porque como Ferlosio pienso que es una pantomima. Cuando les veo leer ufanos a unos y a otros me pregunto cuántos de ellos han disfrutado íntimamente con la lectura de ese texto, para cuántos en su vida ha habido un antes y un después desde que ese libro pasó por sus manos. Y me lo pregunto porque una lectora empedernida como la que suscribe ha tenido en sus manos ese libro en varias ocasiones y en otras tantas lo ha dejado para mejor ocasión. Ocasión que me temo no llegará nunca.