Soy una persona más bien equilibrada. Consigo hacer malabarismos entre mis dos hemisferios como un artista con sus pelotitas. En función de las circunstancias, recurro a una u otra zona ya que mis dos cerebros están unidos y en activo permanentemente. Este equilibrio hace de mí una persona perfectamente anclada en la realidad, al tiempo que también estoy dotada de intuición y fantasía.
Cada nuevo problema estimula mi deseo de reinventar mi futuro creando situaciones inéditas. Primero recurro a mi cerebro izquierdo: me ayuda a analizar las experiencias del pasado y a compararlas con las situaciones en curso. Aunque podría optar por reproducir antiguas costumbres, casi siempre, prefiero dejar a un lado lo conocido para lanzarme a nuevas aventuras. Además, al dejar de estar compartimentado mi cerebro, tengo la inmensa suerte de poder hacer varias cosas a la vez: escribir mientras escucho música, leer mientras veo la televisión. Finalmente, mi cerebro derecho me liga a estructuras que tratan tanto lo afectivo como lo emocional. Esta conexión hace de mí una persona generosa y con empatía, cuya compañía es muy solicitada.
Todo esto saben de mí los de la revista Psychologies, aunque la verdad es que yo sólo pretendía saber si mi cerebro era de derechas o de izquierdas. Es que como soy zurda contrariada nunca sé por dónde me ando.