No sé cuantos días tardarán en elegir al nuevo Papa, pero a mí me ha costado cinco minutos decidirme por un candidato. Me gustaría que el nuevo pontífice fuera el arzobispo de Budapest Péter Erdö. La razón es muy simple: sólo tiene 52 años. Como es el más joven probablemente será el que más viva y no padeceremos un espectáculo similar al que hemos sufrido al menos hasta dentro de treinta años.
No obstante, mi natural positivo hace que rescate de este agobio televisivo tres momentos memorables de la pasada semana: la imagen viscontiniana de los cardenales durante la ceremonia, con sus vestimentas rojas ondeando al viento; la bellísima cantata de Bach que interpretaron durante el oficio religioso de la boda de Carlos y Camila y, por último, los escaparates del Principado de Mónaco: no se limitaron a poner la foto de rigor con el crespón negro sino que en las tiendas de moda vistieron a las maniquíes de luto. Una idea que para sí quisieran los creadores de happenings y perfomances.