Como cada lunes damos paso a la aclamada sección Los lunes con Mr. Peep.
Bo os habló de esto en un post.
La ventanilla del Dos Caballos se abría una y otra vez a causa del viento. La pinza que la sujetaba estaba rota. Pero el Citroën aguantó de un tirón los casi 700 kilómetros que separan Lisboa de Madrid, y nosotros sobrevivimos razonablemente indemnes al frío que se colaba por todas partes y a las nueve horas de viaje. Eramos tres: Bo, su pareja de entonces, y yo, amante escurridizo, clandestino e intermitente. En aquella época, andaba aún bajo el influjo de En la ciudad blanca, la peli de Alain Tanner, y a la mañana siguiente, tras instalarnos, estuvimos tomando una cerveza en la taberna donde se desarrolla buena parte de la película. Soy desmemoriado y no recuerdo detalles, pero sí guardo una imagen de aquellos días: la de Bo, conmocionada por la infinita tristeza del fado que alguien cantaba en un bar de aspecto cutre una madrugada. ¿Hay algo más erótico que unos ojos nublados por las lágrimas? La miré, absorta. El instante pasó, se acabó la fiesta y nosotros, los tres y unos amigos que vivían en Lisboa, seguimos dando vueltas, estirando el tiempo. No le dije nada entonces, no le dije nada hasta mucho después. Pero su rostro de cría emocionada me conmovió. Era nuestro primer Jules et Jim. Aquella noche, cerca ya del amanecer, Bo me eligió a mí.