"(...) Debió de haber una época en la que no bastaba con que existieran los hechos, o las iniciativas, o las ocurrencias, o las reclamaciones, para que los responsables de un periódico, de una televisión o de una radio se hicieran de inmediato y sumiso eco de ellos. Imagino, en el pasado, a una figura que ahora me cuesta creer que exista: la de un jefe de sección, o un redactor, o un director de diario que, ante tal o cual noticia o propuesta estúpida, se plantara tranquilamente y dijera: 'Esto es una sandez. Esto no tiene interés. Esto no se justifica. Esto es gato por liebre. Esto no aporta nada. Esta gente no lleva razón. Esa otra está grillada. Estos son unos jetas. En definitiva, esto no sale porque es una majadería. Cuestión zanjada'. En verdad cuesta creer que ahora haya individuos así, con criterio propio y no amedrantados, que no teman ser acusados de censores por no reflejar en su medio lo que juzgan una parida, una chorrada, un aprovechamiento, un chantaje o algo criminal en sí mismo."
Acierta Javier Marías, como suele hacerlo casi siempre, al achacar a los medios esa falta de criterio y ese todo vale al que nos tienen acostumbrados. Y por si eso fuera poco ahora cuentan con la aquiescencia del poder judicial. Ayer leí que el jugador David Beckham ha pedido a un juez que impida que se publiquen unas declaraciones de la niñera de sus hijos, en las que la citada señorita cuenta con pelos y señales las discusiones matrimoniales de la pareja, e incluso asegura que el jugador guardaba en el móvil mensajes de texto enviados a sus amantes.
Pues bien, el juez ha considerado que esa noticia es de interés público (me pregunto a quién considera público) y dado vía libre a su publicación en vez de procesar a la irreductible bocazas por fisgar en la vida privada de quien la emplea. Eso sí, las Cartas Magnas siguen recogiendo el derecho a la intimidad como algo legítimo e inviolable. Toda una paradoja.