domingo, enero 23, 2005




Una tarde deambulaba por la Feria del Libro buscando una recopilación de ensayos de Susan Sontag. Me interesaba encontrar ese libro porque incluía un artículo sobre Elías Canetti, escritor que por ese entonces absorbía todas mis energías. Pregunté en varias casetas, pero en ninguna me supieron dar razón ni del título del libro ni de la editorial que lo había publicado. Cuando estaba a punto de tirar la toalla vi en un puesto a Javier Marías y a Félix de Azúa que charlaban haciendo tiempo antes de ponerse con su tarea de firmar ejemplares. Me acerqué, y aunque los ojos se me iban hacía el segundo que estaba de muy buen ver, fue a Marías a quién pregunté si conocía esa edición. El escritor, que pensó que los había tomado por dos dependientes, me informó con diligencia de que el librito se llamaba Bajo el signo de Saturno. Me acerqué a la caseta de Edhasa a comprarlo y cuando volví a pasar por delante de Marías le hice un gesto con el libro y le sonreí.
La noticia del entierro de Susan Sontag me ha recordado este incidente. La escritora decidió reposar para siempre lejos de Estados Unidos, en el pequeño cementerio de Montparnasse. Estaban allí para darle la última despedida, entre una pequeña multitud, Ian McEwan, los versos de Rimbaud, Patti Smith, la música de flauta de Debussy, Annie Leibovitz, los poemas de Baudelaire, la voz de Isabelle Huppert y la neblina de París. Espero que no se sintiera sola.