jueves, enero 13, 2005




Esta semana se ha estrenado El aviador la última película de Martin Scorsese que narra las andanzas de Howard Hughes. Este piloto y productor cinematográfico encandiló a decenas de mujeres, actrices, estrellas o simples aspirantes, y llegó a ser "amante a tiempo parcial de una veintena de bellezas". Claro que todo hay que decirlo este hombre no era un caballero al uso. No. Cuidaba a las mujeres con un esmero y con un mimo encomiables. Y para muestra lean lo que cuenta El País Semanal:

"El magnate evidenciaba una obsesión patológica por el busto de las señoras, y llegó a ordenar a sus chóferes que evitasen los baches cuando una mujer iba a bordo: los saltos podían dañar el tejido de los senos y acelerar su caída."

Así que he llegado a una conclusión elemental: tantos años echándole la culpa a la gravedad, al paso del tiempo, al topless o a los embarazos y ahora resulta que los responsables de que nuestros pechos dejen de ser lo que eran son nuestras propias parejas, ¡qué fuerte! Y si no que levante la mano la que haya oído decir a su acompañante: "Sujétate las tetas que viene un bache".