Cuando la Comisión de Estudios de Consejo General del Poder Judicial concluyó que no se podía llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo como tampoco a la unión entre un hombre y un animal, no sólo me indigné sino que me quedé asombrada ante el nivelazo que demuestran por escrito ciertos profesionales de la Justicia. Luego, ya más tranquila, intenté buscar el lado positivo, y lo encontré: al menos a un miembro de la pareja homosexual la consideraban persona. Algo es algo, pensó mi lado optimista, con estas mentes tan preclaras hay que ir pasito a pasito con ciertos temas. No dan más de sí, está claro.
Cuando al día siguiente leí que los citados vocales se retractaban de esa afirmación me temí lo peor. Pensé que retiraban lo de hombre y animal y lo sustituían por "la unión entre dos animales". Pero, afortunadamente, me equivocaba, había sido el Presidente del Consejo el que les había conminado a retirar esa frase del citado informe. Eso sí, los susodichos vocales aprovechaban para insistir en que eso no afectaba al fondo de la cuestión y, además, se atrevían a reprochar a los afrentados por haberse quedado en la anécdota. Vamos, que encima nos enmiendan la plana.
Lástima que en la Administración no exista el despido libre, porque esos juristas que tienen la arrogancia de ofender a muchos de los que les pagamos la nómina se lo pensarían dos veces si les fuera el puesto en ello.