Todos, absolutamente todos, deberíamos tener un amor al que querer regresar.
Todos deberíamos soñar con recuperar algo que perdimos.
Todos deberíamos tener una historia de amor que se quedó congelada en el tiempo, que no ha envejecido, a la que la rutina nunca se acercó.
Todos deberíamos tener una habitación 2046 con la que fantasear.
Todos, absolutamente todos, deberíamos saber también que esa línea no se puede cruzar, que a esa puerta no debemos acercarnos. Que si lo hacemos ya no tendremos a quien añorar, a quien evocar. Y que esa soledad es la más descarnada de las soledades.