Para ilustrar que casi todo lo que se desea en la vida se puede conseguir, en consultoría se utiliza una secuencia de un vídeo en el que entrevistan a Maradona cuando sólo tenía doce o trece años. Le preguntan al chaval, que aún no es conocido pero que ya apunta maneras, que cuál es su sueño. El futuro astro contesta sin inmutarse que lo que él quiere es jugar el Mundial con la selección argentina y ganarlo. El profesor de turno detiene el vídeo y llama la atención sobre la claridad de las metas del incipiente futbolista: no sólo quería jugar el Mundial sino también ganarlo. Y lo ganó.
Lo que nunca dicen esos gurús empresariales es que quizá el precio que tuvo que pagar por conseguir su sueño fue el de ser un desgraciado de por vida. Y lo pagó.