Hay algo con lo que siempre he estado de acuerdo: que nuestra capacidad para disfrutar de la vida depende más de nuestro carácter que de las cosas que nos pasen.
Un hecho gratificante, como que te toque la lotería por ejemplo, puede acabar diluyéndose con el tiempo y las personas de temperamento negativo se olvidan de lo afortunadas que han sido y sólo piensan en los inconvenientes que ese hecho les está generando: problemas con el banco, con los abogados, con Hacienda, con familiares y amigos que acuden a ellas cuando tienen un apuro económico...
A la inversa, la pérdida de un ser querido, por ejemplo, puede paralizar momentáneamente la vida del que lo sufre. Pero a medida que pasa el tiempo, si la persona es de talante positivo la herida tenderá a cicatrizar y pasado el periodo de duelo, aunque no pueda ni deba olvidar, sí recobrará esa alegría de vivir de la que siempre hizo gala.