martes, noviembre 30, 2004




Un publicitario contaba que en una de las visitas que hizo a uno de sus clientes, los fabricantes del licor Calisay, éstos le mostraron una especie de museo donde habían ido almacenando todas las imitaciones de que había sido objeto su producto. Decenas de botellas idénticas con nombres como Alisay, Kalisay, Calisy, etc. Ninguno de esos pretendidos competidores había conseguido vender un cinco por ciento de lo que vendía el original. La cuestión, concluía el creativo, es que casi todos habían optado por la imitación cuando lo único que te puede llevar al éxito es la diferenciación.
Me acordé de este publicitario ayer al ver a una casi todavía adolescente con piernas infinitas y ojos inenarrables luciendo unos morros siliconados que le hacían parecer una de tantas.