domingo, noviembre 21, 2004




Un compañero de trabajo, nacido en un pueblo de Ciudad Real, nos contaba el lunes pasado, con cierta pesadumbre, su fracasos como anfitrión de fin de semana. Había recibido la visita de unos primos suyos del pueblo y se había sentido obligado a hacer con ellos turismo cultural; como venían empeñados en visitar el Centro Reina Sofía allá que se fue con ellos. Salió con la sensación de que a sus familiares los fondos del museo les habían dejado fríos.
Como este fin de semana esperaba otra visita similar, María, otra compañera de trabajo, también manchega, le ha traído un recorte de prensa por si pudiera interesarle. Se trata de la acción que Santiago Sierra lleva a cabo en la galería Helga de Alvear. El artista ha ideado lo siguiente: poner a dos personas sentadas detrás de una mesa leyendo nombres y números de teléfono en árabe. Ha contratado a doce personas para que su puedan rotar y lean durante 120 horas seguidas. Una vez finalizada la lectura, el público puede ver una exposición de sus "restos", es decir, sobre todo, de las propias guías.
Dice María que quizás sus paisanos se atrevan a decir lo que la mayoría piensa pero todos callan: que la acción del tal Sierra es una gilipollez como una casa.