Hay un cuento precioso de Raymond Carver que trata de la vida de una pareja muy joven que llevan poco de casados y tienen un hijo pequeño. Lo que más le apasiona al chico es ir a cazar patos. Sin embargo, hace mucho tiempo que no ha podido disfrutar de una jornada de ésas. Un amigo le anima y quedan para el día siguiente. Está ilusionado con el plan y cuando llega a su casa se lo cuenta a su chica eufórico. No sabes cómo me apetece, le dice. La chica se queda mohína, y empieza a desanimarle, no quiere quedarse sola con el niño, le dice, ahora tienen responsabilidades y no cree que sea una buena idea. No entiende que él cambie el estar junto a su mujer y a su hijo por disparar a cuatro bichos volanderos. Finalmente, se enzarzan en una discusión, la chica se pone a llorar y él llama al amigo para cancelar la cita. Carver termina diciendo algo así como que ambos volvieron a reír, se olvidaron del asunto y prescindieron de lo de afuera. Pero concluye el cuento con una frase premonitoria: "Al menos durante algún tiempo". Y es que Carver presume que al final el chico volverá a sus patos, antes o después. Porque una pareja es una pareja, un hijo es un hijo, pero los patos también son los patos.
Desde que leí ese relato, cuando conozco a una pareja de reciente creación siempre intento adivinar quién es el que ha dejado de cazar patos. O la otra alternativa: quién ha empezado a practicar el tiro al pato aunque fuera ésa una actividad que no sólo no le atrajese sino que le resultase repulsiva; quién ha dejado de ver películas románticas o quién soporta la película sensiblera de turno con tal de tener la mano de su pareja entre las suyas; quién ha dejado de ir al fútbol o quién, tras años de despotricar contra ese "deporte", ha descubierto que los espectáculos de masas también tienen su encanto.
Y es ese momento de la relación, cuando el uno empieza a echar de menos los patos que ya no caza o al otro le empiezan a pesar los patos que ve caer con las plumas quemadas, el que siempre más me ha interesado de las relaciones de pareja. Lo difícil no es encontrar a alguien que te fascine y empezar una relación, lo realmente complicado para mí es gestionar bien esos patos.