martes, octubre 26, 2004




Mi padre tiene dos hermanas que a pesar de no profesarse muchas simpatías entre sí siempre han compartido casa. Mi tía Aurelia es una beata, ex-monja de clausura, insufrible y mezquina. Mi tía Elisa, dos años mayor que ella, es una luchadora, una mujer de carácter y muy generosa. Además, con un retalito de nada te hace una falda en un abrir y cerrar de ojos.
Cuando entré a trabajar en el banco se ofreció a hacerme un traje de chaqueta. Una de las tardes en que fui a probarme nos entretuvimos más de la cuenta y nos dió la hora de la cena poniendo alfileres. Mi tía la monja me dijo que si me quedaba a cenar. Le dije que no, que era demasiado tarde. "Mujer -me insistió-, quédate. Total, la sopa que nos quede la vamos a tirar."