viernes, octubre 22, 2004




Lo malo de enamorarse es que continuamente nos estamos engañando. Sólo vemos lo que queremos ver y somos capaces de justificar lo injustificable. A todo le encontramos una explicación:

-Si es un impuntual, nos conmueve que llegue corriendo.
-Si es un borde del carajo, le vemos directo y sincero.
-Si es un pegajoso/baboso, nos enamoran sus mimos.
-Si habla mucho, ponderamos su piquito de oro.
-Si no tiene conversación, apreciamos su capacidad de escuchar.
-Si es un tacaño, nos encanta que mire la peseta.
-Si es un derrochador, nos asombra su generosidad.
-Si nos llama cada dos por tres, nos halaga que esté tan pendiente de nosotros.
-Si nos llama de higos a brevas, le agradecemos que no nos agobie.
-Si es un obseso sexual, nos seduce la idea de sentirnos tan deseadas.
-Si es un desganado sexual, valoramos el hecho de que no esté siempre pensando en lo mismo, como otros.

Lo que no acabo de entender es por qué cuando se nos cae la venda acusamos al otro de habernos engañado.