domingo, octubre 03, 2004




Hay un efecto muy curioso que yo siempre he llamado "blusa El Corte Inglés". Este mecanismo se activa cuando estás delante de un mostrador dando vueltas a una blusa que te gusta pero por la que no terminas por decidirte. Aunque ya ha pasado por tus manos un par de veces la sueltas y pasas a mirar otras, y otras. De repente alguien se acerca y coge esa blusa, tu blusa de hace unos minutos, y empieza a entrarte la zozobra. Te arrepientes de haberla soltado, echas una rápida ojeada a ver si hay otra igual, pero no, es la única. A cada mirada te parece más apetecible y se te ocurren veinte maneras distintas de combinarla.

Eres consciente de que estás a punto de perderla y eso te paraliza y hace que te quedes en tensión esperando que la otra la suelte para abalanzarte sobre ella. Los cientos de blusas que pueblan los anaqueles ya no existen, sólo existe esa blusa, tu blusa. A veces, la otra se va con ella en la mano y tú te lamentas de que habiéndola visto primero la hayas perdido. Otras veces, la suerte se pone de tu parte y como un resorte te lanzas sobre la prenda como si te fuera la vida en ello. Y lo vives como un triunfo.

Claro que a veces lo que está en juego no es una simple blusa.