martes, octubre 12, 2004




Cuando construyeron la nueva escuela de mi pueblo no repararon en gastos. Aulas espaciosas, ventanas gigantes, fachada de ladrillo visto, puertas de cristales y, sobre todo, cuartos de baño. Estos últimos eran los que más nos fascinaban. A nosotros nos encantaba ver cómo colocaban los lavabos, los tazas de wáter, las cisternas y los espejos. Contábamos los días que faltaban para poder girar esos grifos tan brillantes y nos colábamos en los servicios para acariciar la pieza que colgaba del extremo de la cadena.

Lástima que nunca pudiéramos utilizarlos: nadie reparó en que en mi pueblo no había agua corriente.