domingo, septiembre 12, 2004




Hay algo que nunca he podido soportar y es oír a alguien hablar mal de su pareja, ya sea pasada o presente. No entiendo cómo se puede defenestrar a alguien a quien hemos amado, con quien hemos compartido momentos únicos y que en cierta medida forma parte de nuestra biografía. Todas han sido producto de decisiones y elecciones nuestras, no nos las han impuesto y, en consecuencia, era la pareja que, al menos en ese momento, creíamos que nos merecíamos. (Obviamente hablo de gente normal, no de impresentables o personas que por sus circunstancias no tienen capacidad de elección ni de decisión).

Hay otra cosa más que me hace saltar y es cuando por llegar el fin de una relación alguien nombra la palabra fracaso. Hay historias que se cuentan en los veinte segundos que dura un anuncio, algunas necesitan los minutos de un corto, otras el tiempo de un mediometraje. Hay largometrajes de noventa minutos y otros de tres horas, e incluso hay series que se alargan en el tiempo y parece que nunca llegan a su fin, ya sean culebrones o series de culto. Lo verdaderamente importante para mí es la calidad de lo vivido, no el metraje de esas historias.