lunes, septiembre 06, 2004




Durante el tiempo en el que mantuve una relación epistolar con un desconocido fantaseaba con la posibilidad de un encuentro. Lo veía esperándome en la barra de un café, una veces era Chicote y otras el Café del Prado, sentado de espaldas a la puerta. Cuando yo estaba a pocos metros de la entrada marcaba su móvil y le decía que estaría ahí en diez minutos y él me contestaba que no me preocupara, y yo cruzaba la puerta y seguía hablando y avanzando y acercándome a él, hasta que el sonido de mis palabras por el teléfono se mezclaba con mi voz en directo, y sentía mi presencia y mi aliento, y entonces le retiraba el móvil de la oreja y seguía hablándole al oído, y le ponía los brazos alrededor del cuello y me callaba y aplastaba mis labios contra su oreja y notaba su calor. Y el mío.