lunes, agosto 30, 2004




Mi primer novio leía el As mientras yo leía El País. No tengo la certeza de que esa fuera la causa que me llevó a cortar con él, pero lo cierto es que tampoco puedo achacarlo a nada más concreto. Un día intuí que esa relación no entraba en mi proyecto vital y tomé mi primera decisión seria. Tenía veintiún años. Me costó más de dos meses superar el dolor que yo misma me inflingí. Hace un mes me crucé con él en mi pueblo y me miró como si todavía me echara de menos.

Mi segundo novio leía el mismo periódico que yo, pero supongo que aunque hubiera leído la prensa del corazón eso hubiera sido irrelevante. Estaba colada por él y tenía miedo de que la historia acabara. Un día, decidió cortar por lo sano y el mundo se me cayó encima. Estuve durante más de media hora dando vueltas por mi buhardilla repitiéndome: ¡No me lo puedo creer!, ¡no me lo puedo creer!, ¡no me lo puedo creer! A la mañana siguiente lloré mientras se lo contaba a mi compañera del trabajo, pero a medida que pasaba el día empecé a sentir una especie de liberación, como si me hubieran quitado un peso de encima. Podía ser yo de nuevo y ese pánico a la ruptura que me atenazó mientras estuve con él desapareció. Y me sentí feliz por primera vez en muchos meses. Al día siguiente lo olvidé. No sé lo que él tardó en olvidarme a mí.