domingo, agosto 08, 2004




Mi hermana se gana la vida haciendo retratos al pastel. Lo que más me gusta de su trabajo es cómo trata a sus modelos: quita y pone a su antojo. Al cuarentón más pelo, a la señora menos arrugas, a la niña más bucles y de un rubio más intenso, a la adolescente ese mirar pícaro del que carece, al joven ese gesto apuesto con el que sueña...

Jamás ha tenido una queja. Todos se encuentran muy parecidos, casi idénticos. Los problemas los tenía cuando intentaba retratarlos tal como los veía.