miércoles, agosto 04, 2004




"Me caso", nos dijo una de las camareras que trabajaban conmigo en el hotel una mañana. Tenía veinticuatro años y todas recibieron la noticia alborozadas. Todas menos yo. Siempre me alegraba cuando una de nosotras aparecía con la cara radiante y confesaba que acababa de conocer a un tipo increíble, pero las bodas me parecían entonces y me siguen pareciendo ahora más un final que un principio.

Al día siguiente, mientras esperábamos a que se abriera el comedor, me comentó que tenía que renovarse el carnet de identidad. La animé a hacerlo antes de la boda: "Al menos", le dije, "seguirás siendo soltera en el carnet hasta que tengas que renovarlo de nuevo". Me miró sorprendida. Sus compañeras de cuarto le habían aconsejado justo lo contrario.