lunes, agosto 23, 2004




Cuando era pequeña apenas viajaba. Aparte de varios desplazamientos a Talavera, una increíble visita a Madrid a los nueve años y mi primer gran viaje a Levante con quince, donde descubrí el mar, no fue hasta entrada la veintena cuando empecé a viajar en serio. Y como todos los descubrimientos tardíos, me fascinó.

Ahora me sigue fascinando y disfruto viajando por el placer de ver sitios distintos y de verme yo diferente en esos lugares; por el placer de mirar con otros ojos y de ver cómo otros ojos me devuelven la mirada; por el placer de sentirme extraña y olvidarme momentáneamente de quien soy...

Pero, por encima de todo, por el placer de volver a mi casa, abrir la puerta y sentirme acogida de nuevo.