El espectáculo de danza que acabábamos de presenciar había sido cuando menos lamentable. Mientras nos levantábamos la chica que había estado sentada a mi izquierda se lamentaba ante su acompañante del desastre presenciado. Él callaba o contestaba con monosílabos. Ella siguió largando y finalmente, le preguntó a bocajarro qué pensaba él de la función. Estuve a punto de decirle a esa tía que por qué no se callaba de una vez, se veía que él no quería entrar en polémica, que estaba pensando en otra cosa y esa especie de ausencia consiguió enternecerme y tomar partido por él. Pero ante esa pregunta tan directa él se arrancó de repente y le dijo:
"Si llego a saber que es esta tontería traemos a los niños".
Y me vino a la memoria una frase leída años atrás en la Revista de Occidente: Más vale permanecer callado y parecer estúpido que abrir la boca y disipar toda duda.