A veces se me ocurren cosas de lo más peregrinas.
Anoche, por ejemplo, después de leer un cuento de Updike fascinante y turbador, sentí el deseo de compartirlo, de llenar mi casa de gente y organizar una de esas lecturas al estilo del siglo XIX. Luz tenue, música de fondo, galletas de chocolate y naranja, ese relato de Updike o cualquier otro de Carver o de Richard Ford y mi voz.
¿Alguien se apunta?