lunes, junio 21, 2004




Mi último viaje a Londres lo hice en calidad de cónyuge cariñosa. Días antes había visto la película Lost in traslation y desde que salí del cine empecé a fantasear con que algo así me ocurriera en mi estancia londinense. Iba a pasar muchas horas sola y empecé a albergar la esperanza de un encuentro fortuito.

La primera mañana la dediqué sólo a pasear, a deambular por calles y parques, sin rumbo aparente y dispuesta a detenerme en cuanto Bill Murray se me hiciera presente. La segunda lo busqué en las salas desiertas del Victoria & Albert, en los bancos de St Martin in the Fields mientras una chica rubia de pelo largo tocaba el chelo, en los mostradores de Fortnum & Mason entre olor a chocolates e, incluso, tomando café en un catamarán sobre el Támesis. Ni rastro de él.

Al tercer día descubrí los patos de St James Park y me olvidé de Scarlett Johanson. Esos son patos y no los del Retiro.