Esta mañana dos secretarias de la empresa donde trabajo me han pedido un consejo. No se trataba de algo relacionado con el trabajo como yo he imaginado al principio, sino que recababan mi opinión para elegir un regalo a otra secretaria que nos deja. Me han mostrado un catálogo y me han pedido que elija entre dos pulseras de oro. Les he dicho que sentía no poder ayudarlas, pero ningún objeto de oro suele resultarme atractivo.
Les he mostrado las manos y me he tocado el cuello al tiempo que les decía que el oro nunca me ha gustado, que ni siquiera llevo alianza. Se han quedado boquiabiertas y la más joven me ha dicho que mira que soy rara, que no conocía a nadie que no le gustase el oro, que eso era tan chocante como no gustarte la cocacola. Les he sonreído y he cogido el expediente que había ido a buscar, desde la puerta me he vuelto y se lo he confesado:
-Tampoco me gusta la cocacola.