miércoles, junio 30, 2004




Desde hace años no pregunto a nadie por su edad. Me sirve de muy poco. He descubierto que sólo hay dos tipos de personas: los jóvenes y los viejos. Esta mañana lo recordaba mientras veía a mi joven jefe de 44 años con su viveza habitual tomando café con un viejo de 27 años que se acaba de incorporar al departamento.