Cuando llegué a Madrid no me sorprendieron las cosas que yo esperaba que me sorprendiesen: los edificios altos, el Metro, las escaleras mecánicas, el pedazo estanque del Retiro, los macrocarteles de los cines de la Gran Vía, las putas en las calles del centro, los escaparates de Galerías Preciados, los músicos callejeros... No, a mí lo que realmente me sorprendió fue que la gente caminara tan deprisa.