miércoles, mayo 19, 2004




A veces la vida te sorprende con regalos inesperados.

A veces dentro de una película fascinante, suena una de tus piezas musicales preferidas y te sientes sorprendida y halagada. En "El silencio de los corderos", cuando Hannibal Lecter escucha en su cárcel-jaula las Variaciones Goldberg y reconoces a Glenn Gould al piano y la emoción te puede.

En otras ocasiones la sorpresa no está en esa audición porque la esperas, sino en la forma en que te la entregan. En Multiplicidad y Formas de silencio y vacío, Nacho Duato libera esa misma grabación de Bach envuelta en luces y en movimientos casi sublimes que te atenazan la garganta y te ponen al borde de las lágrimas y te dices que no, que no estás en el cine, que en el Real no se llora... Pero no puedes evitarlo.